Por: Hernán Riaño
De acuerdo con las diferentes reacciones de los colombianos
respecto a los hechos que ocurren en el país, no cabe duda de que son con el
corazón y no con la razón, como si todo se tratara de un partido de fútbol.
En uno de esos espectáculos ve uno a esos aficionados,
llorar, echar “madrazos”, maldecir al técnico y a los jugadores, agarrarse a
puños con otros aficionados, en una discusión constante con el árbitro (porque
sí y porque no), en muchos casos peleas en las tribunas o en las afueras del
estadio y, lo más grave, atacar, en muchos casos, hasta la muerte, a hinchas de
otro equipo. Todo ello sin mediar un análisis, siquiera mínimo, tanto de las
acciones como de las consecuencias.
La extrema derecha pregonando un “nuevo panorama político” para tratar de limitar el trabajo del presidente en favor de los colombianos y una izquierda pidiendo cabezas, es nuestro panorama poselectoral.
De igual forma lo hacen con todo lo que tiene que ver con la
vida nacional y la política. Así lo presentaron los grandes medios y muchos
políticos en las elecciones regionales. Para la derecha fue un referendo de
censura para el gobierno de Petro, que solo lleva un año y tres meses
gobernando después de más de 200 años de saqueo, pobreza y miseria que ha
dejado esa misma derecha feudal, como si todos los males que afectan al país
hubieran llegado con Gustavo Petro, a pesar de que ese planteamiento que estas
elecciones fueran un plebiscito fue impulsado, erróneamente, por el excandidato
a la alcaldía de Bogotá en una de sus acostumbradas salidas.
Para los afectos al gobierno nacional representaron un
avance de consolidación de una fuerza nueva en el ámbito nacional, el Pacto
Histórico tiene aproximadamente dos años y como fuerza que plantea otros
argumentos para el desarrollo y bienestar del país, representaron un buen
resultado.
Aparecieron, en ambos lados, los profetas del apocalipsis de
siempre, los de los partidos tradicionales presagiando el fracaso y
desaparición de esta nueva fuerza política democrática tratando de evitar que
se les han destapado cantidad de hechos de robo y saqueo de los recursos
públicos, como nunca antes, e intentan con estas acciones, quitarle importancia
y tapar todo. Para los seguidores del gobierno más recalcitrantes se ha debido
ganar rotundamente en todo el país olvidando que quienes siguen en el poder son
los dueños del país. La pérdida en la capital y en una de las ciudades
importantes, sede del más radical de los extremismos de derecha, es un fracaso
que requiere una autocrítica, autoflagelación y desenmascarar a los “culpables”
para que sean llevados a la hoguera.
Se olvidan de varios factores, en la capital, hoy se habla
de fraude en las elecciones para favorecer a los empresarios y constructores
con un candidato, que su único mérito visible es ser el hijo del inmolado
candidato líder de un movimiento político y candidato presidencial, que se alió
con quienes su padre denunció y posiblemente lo asesinaron. También que la alcaldesa de la capital hizo política descarada en favor de ese candidato, sin
que ningún ente de control se pronunciara, dejándola actuar a sus anchas y con
una grosería inusitada. Todos los medios de comunicación comerciales y hasta
muchos comunitarios y alternativos “trabajaron” para que ese candidato fuera el
triunfador, los primeros inventado cosas, diciendo mentiras y calumniando al
único candidato democrático y los segundos haciendo eco, sirviendo de altavoz,
reproduciendo las falsedades que se inventaban los periodistas de la prensa
tradicional. También hay que señalar que muchos ciudadanos creyeron
estúpidamente todas las cosas que esa prensa difundió.
En la capital del uribismo, se aliaron esas fuerzas para
consolidar esa extrema derecha que, infortunadamente, va a mantener ese fortín
de muchos hechos de corrupción y delitos en Colombia. Lo raro fue que en el
periodo anterior hubiera gobernado un alcalde de corriente política diferente
al uribismo. El personaje electo, que “brilla por su inteligencia” y falta de
atributos de un buen gobernante solo quiere continuar con lo que hizo en su
primer gobierno con más desfachatez, llevando a esa ciudad a límites
insospechados.
La falta de experiencia en política de muchos activistas,
agravada por la ineficiencia de los partidos que conforman el Pacto (que los
dejaron a la deriva, no los capacitaron y no les informaron de los riesgos
electorales), fue un factor importante para que se diera la presente coyuntura.
¿Es que no sabían que se iban a robar las elecciones? En el caso de Bogotá, el
candidato del pueblo se entregó anticipadamente aceptando la pérdida sin
siquiera poner en duda los resultados, concejales del Pacto dándoselas de
decentes y diplomáticos felicitando al nuevo alcalde, sin esperar los
escrutinios y las demandas respectivas. ¿No aprendieron de las elecciones para
parlamento en la que hubo fraude y que gracias a muchos ciudadanos que estaban
atentos se pudieron recuperar votos y por ende curules? ¿En qué estaban
pensando, que por el hecho de haber un gobierno honesto todo el funcionamiento
del aparato electoral ahora era decente? La registraduría y el CEN
contribuyeron en que no se pudiera tener más alcaldes afines al gobierno
nacional con un actuar soterrado que incluyó no permitir testigos electorales,
la caída de la página de la registraduría, el impedimento de consulta de esas
páginas posterior al 29 de octubre y con denuncias muy graves que los
involucra.
La extrema derecha pregonando un “nuevo panorama político”
para tratar de limitar el trabajo del presidente en favor de los colombianos y
una izquierda pidiendo cabezas, es nuestro panorama poselectoral
Como en un partido de fútbol, todos creen tener la razón y
quieren imponerla a como dé lugar, sin criterio, sin información, sin análisis
y solo porque el aficionado, en este caso el colombiano, decidió que es así.
Nos hace mucha falta cultura política, entender quien representa a quien, qué
intereses están detrás de cada acción y sobre todo dejar de creerle, como si
fuera una secta religiosa, a los medios de comunicación tradicionales y a los
periodistas que allí trabajan, que además de creerse vacas sagradas de la
comunicación, no son sino unos difusores de mentiras y falacias para favorecer
a la extrema derecha de Colombia.
*Texto publicado originalmente en SoNoticias – Periodismo y compartido con la comunidad de La Conversa de Fin de Semana, gracias a la generosidad del periodista Hernán Riaño
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