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Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-
Las
burocracias no toleran el disenso,
la
unanimidad conduce más rápidamente al estancamiento.
Warren
Bennis
En la mayoría de las fiestas, a alguien le toca el
odioso trabajo de ser quien le va bajando el volumen a la música y avisar a los
demás que la rumba se tiene que acabar, esto es; el popular Aguafiestas.
En una sociedad, como la colombiana, muy dada a los
extremismos, que es capaz de desbordarse por los éxitos individuales de tal o
cual deportista, artista o político, es bien complicado, tratar de explicar, en
medio de la borrachera del triunfo, sobre todo el político; que es necesario
tener cierta cautela a la hora de generarse grandes expectativas sobre las
posibilidades de cumplimiento de lo ofrecido por el político recién electo,
mucho más, cuando su propuesta de gobierno, reta, así sea teóricamente al
establecimiento económico y político, al que se pretendía vencer políticamente.
El reciente flujo de decisiones y acontecimientos políticos sucedidos tras el triunfo electoral del Pacto Histórico, en cabeza de Gustavo Petro, presidente electo y Francia Márquez, vicepresidenta electa, sirve de marco para explicar la decisión de asumir la posición de aguafiestas que tomamos algunos opinadores, incluso afines al proyecto político del Pacto Histórico. En primer lugar, los Aguafiestas creemos que es preciso tratar de explicarle al pueblo colombiano, todavía en medio de la sabrosura del triunfo; la necesidad de confiar en su elección, tener paciencia con algunas decisiones y no renunciar a la crítica mesurada al próximo gobierno nacional.
La necesidad de seguir “tragándose unos inmensos sapos”, con tal de despejar el camino a las grandes transformaciones políticas, económicas y sociales que requieren la gran mayoría de los colombianos.
La propuesta de CAMBIO del establecimiento político tradicional colombiano, lleno de indelicadezas éticas, morales, corrupción y hasta delincuencia, se estrelló, recién estrenada como gobierno nacional, con la triste realidad de la mala decisión que tomó una gran parte de la sociedad colombiana, en las elecciones al congreso, en las que, esa clase política tradicional sobrevivió a las intenciones de cambio, gracias al voto de muchas colombianas y colombianos, todavía presos del clientelismo, la necesidad, la manipulación y el miedo.
Frente a unas mayorías parlamentarias, en manos de los partidos tradicionales, hasta hace poquito tiempo afines y aliados a la extrema derecha uribista, las posibilidades del Pacto Histórico de sacar adelante las proyectos de ley con los cambios que se necesitan para avanzar en el dichoso Cambio, eran bien poquitas, de ahí la necesidad de seguir “tragándose unos inmensos sapos”, con tal de despejar el camino a las grandes transformaciones políticas, económicas y sociales que requieren la gran mayoría de los colombianos de izquierda, derecha e incluso los apáticos.
Imagen de Eltiempo.com |
Si bien es cierto que las maquinarias electorales,
aceitadas por el saliente presidente de Colombia, Iván Duque y un buen número
de los sobrevivientes en el congreso, ayudaron a que muchos colombianos,
siguieran eligiendo a muchos de los de siempre, también lo es, el hecho de que
en las elecciones presidenciales, la inmensa mayoría de los colombianos,
señaló, desde la primera vuelta, el rechazo a los políticos de siempre, que ya
se había visto, incluso en las elecciones parlamentarias, en algunos
departamentos de Colombia, donde las listas del Pacto y de movimientos y
partidos aliados, lograron posicionar a sus candidatos y candidatas como nuevos
congresistas.
Ya en este escenario político pos electoral, es
indispensable señalar, la permanencia de dos realidades políticas en Colombia,
la una, en el plano del gobierno nacional que va de la mano con la realidad
electoral del Congreso de la República y la otra, aquella que corresponde al
escenario local de las gobernaciones, alcaldías, asambleas, concejos y JAL, en
la que a pesar de tener relación con el congreso, especialmente con la Cámara
de Representantes; los contextos sociales y políticos, difieren bastante de los
del escenario del gobierno nacional.
Tal y como recién se señaló líneas arriba, en muchas
regiones del país, las ciudadanías expresaron su descontento y su rechazo por
los políticos tradicionales que desde hacía mucho tiempo atrás se habían
apoderado del poder político local y del manejo de los recursos públicos, en
beneficio de sus clanes, familias, grupos y clientelas; así lo demuestran los
resultados electorales que señalaron a muchos de los mismos, como nuevos
pacientes del pabellón de quemados electorales. Sin embargo, por obra y gracia
de la política de mano generosa con los perdedores y el llamado a la
reconciliación nacional, producto de los acuerdos electorales para ganar las presidenciales;
muchos de los políticos castigados por las comunidades, están a punto de salir
del pabellón de quemados.
Se entiende y hasta se acompaña la decisión de
“tragarse unos inmensos sapos” en el escenario nacional, con el noble propósito
de ir avanzando en este gobierno de transición hacia él, todavía anhelado
CAMBIO, lo que no se entiende, y por lo tanto, no se le puede explicar a las
ciudadanías que votaron por el cambio, es la razón o las razones, por las
cuales, aquellos grupos políticos locales y departamentales, a quienes la gente
decidió no seguir apoyando, tendrían que entrar a decidir el futuro político en
las alcaldías y las gobernaciones, en donde el Pacto ganó.
Dos países conviven en Colombia. El país visto y
gobernado desde Bogotá y el otro, el multicultural y pluriétnico de las
regiones. En ese sentido, muchos Aguafiestas creemos que una pizca de
coherencia, pero, sobre todo, de respeto por la decisión electoral de las
comunidades locales, debería ser parte de las consideraciones de los estrategas
asesores del Petrismo, de los congresistas del Pacto y de los partidos
aliados, a la hora de repartir vocerías, direcciones y hasta avales en las
regiones, en otras palabras, urge respetar el esquema: Frente Amplio
Nacional, Pacto Histórico Local.