LA VITRINA DE LA CONVERSA

martes, diciembre 28, 2021

Se puede... ¡Claro que se puede!

Imagen tomada de perfil FB

Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com

Lo primero que hay que hacer es convencernos de la justeza y la necesidad de cambiar los modelos, mitos y mentiras con las que hemos convivido y hemos sido gobernados, por más de doscientos años. Convencernos de que este cambio es posible, sin tener que acudir a milagros, mesías, caudillos o a copiar estándares externos, impuestos por el mercado o las gigantescas empresas trans nacionales, que en últimas; terminan siendo lo mismo.

Millones de personas desplazadas, cientos de miles muertas y/o desaparecidas, miles y miles amenazadas, cientos de niños muertos de hambre, a causa de enfermedades prevenibles y curables, o por acción de la guerra; así como los millones y millones de desempleados e informales, que conforman las cientos de miles de familias sumidas en la pobreza, cuando no, en la más aterradora miseria; conforman el recuento básico de pruebas que confirman la ineficacia, lo perjudicial y lo inhumano del sistema político y económico, con el que los verdaderos privilegiados, herederos de los primeros saqueadores y sus aliados, los prósperos comerciantes de lo ilícito; han gobernado y piensan seguir haciéndolo por otros cuatro años más.

Seguir creyendo en las maravillas y los beneficios de una educación con calidad, solo para un sector de la población, que ha generado, como mínimo, dos generaciones de colombianos adiestrados en la prospección, la proactividad, el mindfulness y demás delicias del entrenamiento tipo emprendimiento multinivel, al mejor estilo de Yanbal, Herba life, etc.; es un acto de absoluta irresponsabilidad, con las actuales, pero sobre todo, con las futuras generaciones de colombianos, que en serio, merecen el buen vivir, que un país tan rico, como Colombia; les puede ofrecer.

Seguir repitiendo a diestra y siniestra; que intentar un nuevo estilo de gobierno que erradique las viejas clientelas y los viejos vicios de la clase política tradicional, es algo así como un suicidio; no es nada más, ni nada menos, que seguirle apostando a la corrupción, la guerra y la muerte. Falacias como la pérdida de la confianza inversionista o la llegada del coco comunista al palacio de Nariño, no es nada más que la respuesta desesperada, de una clase dirigente, acorralada, desnudada en su talante racista, homofóbico, patriarcal y déspota, que no tiene, ni desea; salidas para la violencia, la pobreza y la muerte que padecen millones de colombianos, diferentes al glifosato y el incremento en pie de fuerza en el campo. El miedo, hecho política de estado y campaña masiva de comunicación social, no puede seguir siendo la hoja de ruta de Colombia.

Si bien es cierto que las particularidades, propias, de un país sin un mito fundacional de su nacionalidad, como Colombia, que posee pequeñas naciones, ubicadas en diferentes zonas geográficas, separadas por las deslumbrantes cordilleras andinas; hace que sea casi imposible, tramitar una salida unificada a los cientos de miles de problemas, que los representantes del actual modelo han ocasionado o no han querido resolver, con tal de mantener el statu quo que los sigue beneficiando. Sin embargo, esta aparente dificultad, también brinda la posibilidad de explorar diferentes formas de ver, entender y proponer salidas a la endémica crisis social y económica, que viven los colombianos, sin que esta exploración signifique unanimismo u homogenización del pensamiento.

Una vez transitados los arduos caminos de la búsqueda de sintonía política entre las mil y una visiones que la izquierda colombiana tiene sobre la realidad del país; es necesario hacer propósito común en el verdadero objetivo a alcanzar en las próximas jornadas de electores del 2022; en las que la sociedad colombiana va a elegir a los miembros del congreso y a los nuevos huéspedes del palacio de Nariño.

Aunque una cosa es el burdo utilitarismo político, que se ha impuesto y que todavía regula el accionar electoral colombiano y otra muy distinta, la defensa y promoción de una ética política que impida que la delincuencia, siga siendo la rectora de la democracia; se hace urgente, reforzar aquellas propuestas y aquellas candidaturas que planteen el cambio de modelo económico y social,  la lucha radical en contra de la corrupción, el saqueo de lo público, el clientelismo y las alianzas con los prósperos comerciantes de lo ilícito; aun cuando no se encuentren arropadas en las banderas del partido o la coalición que se considere más de izquierda, más anti corrupción, más democrática, más progresista o más humana; lo realmente importante es que el viejo establecimiento, aún con nuevas y jóvenes caras y nombres, le de paso a un nuevo modelo socio económico, acorde a las verdaderas características y necesidades de Colombia.

Se puede... ¡claro que se puede! Colombia requiere empezar a construir ese nuevo país, en el que la irracionalidad, lo inhumano, o la ganancia económica, no sigan siendo las directrices éticas de la sociedad. Se puede … ¡claro que se puede! Pasar de la indignación en las calles; a la acción contundente en las urnas.