LA VITRINA DE LA CONVERSA

lunes, diciembre 20, 2010




Sancocho de ácido, carbón y mercurio... Por: JUAN GOSSAÍN / CARTAGENA DE INDIAS 9:28 p.m. 06 de Diciembre del 2010/ El Tiempo


El alcatraz que vuela entre mis sueños lleva en su enorme pico una quimera... (Walt Whitman, Hojas de hierba).


Una mañana de mayo pasado, los viejos madrugadores del pueblo de Marytown, perdido en las costas que bordean el sudeste de los Estados Unidos, se levantaron como todos los días a echarles unas migajas de pan a los pájaros marinos que merodean con mansedumbre por los patios y que se han ido convirtiendo en sus amigos.
Lo que vieron los dejó espantados: las gaviotas de cabeza negra, que son tan bellas, también tenían negro el plumaje. Del pico les goteaba una mancha babosa. No podían levantar el vuelo de la arena, con las patas hundidas en una masa de chapapote pastoso, como el asfalto cuando se derrite. Una de las gaviotas miró a la gente pidiendo ayuda.
Según cuentan los testigos, más allá de la playa, cerca del río, tres garzas morenas habían muerto con los ojos despepitados. El guiso espantoso que navegaba corriente abajo, matando todo lo que se le atravesara, era la mezcolanza de petróleo crudo de la empresa British, que cayó pocos días antes a las aguas del Golfo de México.
A esa misma hora los alcatraces de la bahía de Santa Marta, al norte de Colombia, desayunaban su ración cotidiana de buñuelos de carbón. El periodista Antonio José Caballero, grabadora en mano, esperaba en la playa el regreso de los pescadores que habían salido a trabajar temprano. Mientras aguardaba, la cámara de su teléfono celular retrató la pala enorme de un barco carbonero que arrojaba al mar el polvo negro que sobró en las bodegas.
A esa misma hora, en las playas legendarias de Juanchaco y Ladrilleros, cerca de Buenaventura, los lancheros de cabotaje que llevan carga y pasajeros por los pueblos que se arraciman en las orillas del Pacífico limpiaban sus motores preparándose para un nuevo día de trabajo. Como si fuera la cosa más natural del mundo, arrojaban al mar el contenido de unos tanques repletos de residuos de gasolina, queroseno y diésel. Un langostino magnífico, que medía un jeme, iniciaba el día tomándose su primera taza de combustible. Cuando vi la fotografía en El País de Cali me dieron ganas de echarme a llorar.
A esa misma hora, en la zona industrial de Cartagena de Indias, abierta sobre la bahía del Caribe resplandeciente, los trabajadores de una compañía empacadora se sentaron a desayunar en los comedores de su empresa. En ese momento volvieron a ver, como venía sucediendo en las mañanas más recientes, que una nata de tizne cubría la superficie del café con leche, y que una mermelada negra, tan semejante al betún de limpiar zapatos, se había pegado al pan y al queso blanco.
Entonces, no aguantaron más. Se levantaron todos, sin que nadie los hubiera convocado, y comenzaron a golpear los platos contra los mesones. La algarabía se oyó en media ciudad. Las autoridades ambientales ordenaron el cierre de un muelle vecino, que se dedica a cargar carbón a cielo raso, sin mayores precauciones ni cuidados, sin tubos cerrados ni conductores protegidos. Seis días después el muelle fue reabierto.
A esa misma hora, en la región acuática de La Mojana, que cubre un gigantesco territorio húmedo de los departamentos de Bolívar, Sucre y Antioquia, bajaban resoplando los ríos Cauca y san Jorge, que se desbordan en caños y ciénagas. El apóstol Ordóñez Sampayo, que se ha gastado la vida defendiendo de la contaminación a campesinos, cosechas y animales, apareció en la plaza de Guaranda con el dictamen médico en la mano: los doctores certificaban que los tres niños que nacieron deformes tenían mercurio en el sistema sanguíneo.El terrible mal de Minata, como lo saben los japoneses, porque las empresas en cualquier parte del mundo, en Tokio o en Majagual, arrojan porquerías químicas a las corrientes, y primero se pudren las aguas, y después nacen degenerados los peces y los camarones, y después nacen sin ojos los niños cuyas madres, en aquellos caseríos extraviados de la mano de Dios, consumen esa agua y esos pescados.
En las cabeceras de ambos ríos, las compañías mineras, que buscan oro entre la tierra, hacen sus excavaciones con un sancocho de mercurio y ácidos. Arroyos y acequias se llevan el mazacote. Los bocachicos mueren con la boca abierta en los playones. Las espigas de arroz no volvieron a crecer.En medio del desastre causado por las inundaciones, y como si fuera poco, las yucas harinosas de antes florecen ahora con un hongo químico a manera de cresta. El hambre campea entre los pocos ranchos que no se ha llevado el invierno. Las emanaciones de las lagunas huelen a lo mismo que huele un laboratorio de detergentes.
Hay que decir, también, que los empresarios mineros se defienden diciendo que Ordóñez Sampayo está loco. Claro que está loco: ningún hombre cuerdo expone su pellejo ni dedica su vida entera a defender a un ruiseñor, una mojarra, un plátano pintón, una mazorca de maíz o a una mujer embarazada que carga un fenómeno en el vientre.
Epílogo
Aquella mañana, cuando los pescadores de Santa Marta regresaron a la playa, el periodista Caballero los acompañó en su tarea de descamar y abrirles el buche a los escasos pescados que traían.
-¿Qué es eso? -preguntó, intrigado, al ver unas bolas negras en el estómago de un bagre.
-Carbón, amigo -le contestó uno de ellos, levantando el animal-. Pelotas de carbón. Eso es lo que comen ahora.
Caballero tomó más fotografías y se las llevó a algunos funcionarios de la industria carbonera.
-No se preocupe -le contestó el gerente-. Vamos a construir un nuevo muelle de última generación.
-No lo dudo -dijo el reportero, con una mueca de dolor que parecía sonrisa-. No lo dudo: será la última generación.
El día que Caballero me contó esa historia, y me enseñó sus fotografías, ya no sentí ganas de echarme a llorar, como la vez aquella del langostino bañado en combustible. Lo que sentí ahora fue rabia. Cuando ya no quede una sola hoja de acacia, cuando el último pulpo haya muerto atragantado con ácido sulfúrico y cuando nuestros nietos nazcan con un tumor de carbón endurecido en la barriga, entonces será demasiado tarde. Dispondremos de computadores infrarrojos de última generación, pero ya no habrá agua para beber; los celulares de rayos láser se podrán comprar en las boticas, pero el sol no volverá a salir; los niños encontrarán el algoritmo de 28 a la quinta potencia con solo cerrar los ojos, pero dentro de 20 años no sabrán de qué color era una golondrina.


Los invito a todos a ponerse de pie antes de que se marchite el último pétalo. Usen el arma prodigiosa del Internet para protestar. Hagan oír su voz. Que el correo electrónico de los colombianos sirva para algo más que mandar chistes y felicitaciones de cumpleaños. Porque, si seguimos así, el día menos pensado no quedará nadie que cumpla años. Ni quién envíe felicitaciones.


JUAN GOSSAÍN

domingo, diciembre 12, 2010

Reformitirs parte II por : omar tovar


Concuerdo con el Señor Armando Montenegro, en su apreciación sobre la eterna tragedia de la educación en Colombia. Comparto lo de tragedia, comparto que es una de las causas estructurales de nuestra pobreza; en TODO el sentido del término.



Pero creo que se debería empezar por el principio como dijo el filósofo de Buga. A estas alturas de nuestro paseo, lo primero sobre lo que habria que discutir es sobre ciertos conceptos fundamentales. ¿Educación como adiestramiento, como homogenización, como alienación, como alineación, como discriminación? o ¿Educación como proceso vital de compartir experiencias y saberes en forma circular?.



La respuesta a estas inquietudes depende lastimosamente de; la generación en la que uno haya nacido, el lugar, el entorno socio economico, en últimas; de la ideología a la que a uno le toco abrazar.



Un Pais que se dice pluri etnico y multicultural, que no sabe ni mucho menos aplica conceptos como el de tolerancia, base fundamental de los dos anteriores, pues, obviamente está muy perdido aún para definir eso de Educaciòn o Formación. La formación de un ser humano solidario, útil a su comunidad, miembro activo, deliberante y aportante de ésta y sobre todo humano, depende en gran medida de que tan cerca o tan lejos se esté del vaiven del mercado.



Si la opción es acoger sin asco la nueva ideología de la aldea global, efectivamente la respuesta tiene que ser que lo que necesita este país es EDUCACION, en el sentido de adiestrar a unos cientos de miles de jóvenes en las tecnologias de las telecomunicaciones, para que a través de la red mundial de información, aprendan como se oprimen los botones de las factorías maquiladoras de la gran industria trans nacional o, en el mejor de los casos ,que se apilen virtualmente en salas cafe internet en las aulas virtuales del Sena( universidad de los pobres) para profesionalizarse en el fascinante mundo de los servicios, maquila humana para exportar.



El buen vivir es una cátedra de la vida simple. La dicta la sabiduria ancestral de los dueños verdaderos de esta tierra, no sólo los aborigenes, sino los que la trabajan con sus manos. Vivir bien no inplica un título de doctorado, implica ser humanos solidarios y tolerantes. La discusión debería abrirse. pero no creo que se hará a partir de aquí.

¿REFORMITIS? PARTE I


Opinión 11 Dic 2010 - 9:53 pm
La reforma educativa
Por: Armando Montenegro
MÁS ALLÁ DE LAS DRAMÁTICAS E irreparables pérdidas de vidas y patrimonios, en unas semanas las aguas bajarán, las casas se reconstruirán, los campos se volverán a sembrar y la vida volverá a su curso normal.
En cambio, lo que revelaron las pruebas de PISA de 2009 es una emergencia permanente y dramática: gran parte de los jóvenes de Colombia, con 15 años de edad, después de haber asistido a la escuela durante casi toda su vida, no ha aprendido prácticamente nada. La mitad no tiene la capacidad de leer para comprender y trabajar: son, en la práctica, analfabetas funcionales. Y el 70% no puede realizar las operaciones matemáticas más elementales. En estas circunstancias, es imposible que Colombia pueda ser una sociedad moderna, con capacidad para absorber la tecnología y el conocimiento necesarios para sustentar el crecimiento económico, elevar el nivel de vida y eliminar la pobreza.
Entre 65 países, Colombia ocupó el puesto 52 en Comprensión de lectura; el 58 en Competencia matemática y el 54 en Competencia científica. Y no le fue más mal sólo porque en la muestra se incluyeron países como Kirguistán, Albania, Túnez y Qatar, los coleros, donde el sistema educativo es prácticamente inexistente. Lo peor es que, aunque se observa alguna pequeñísima mejoría, la situación de Colombia es casi tan mala como la que revelaron los exámenes anteriores. Al paso que vamos, nos tomará décadas alcanzar un nivel medianamente aceptable.
Gran parte del sistema educativo es un engaño. Los muchachos y sus padres, así como gran parte de los maestros y rectores, deben ser conscientes de que están perdiendo el tiempo; de que en las escuelas no se está preparando a la juventud para trabajar y salir de la pobreza. Lo que allí sucede sirve, por el contrario, para reproducir y perpetuar la ignorancia, la pobreza y la inequidad de Colombia.
Sólo cuando los ministros, los secretarios de Educación, los maestros, los padres de familia, los alumnos y los políticos tengan conciencia de la magnitud de esta crisis crónica, van a tomar en serio la educación en Colombia. El país no puede pensar en locomotoras que lo arrastran hacia el desarrollo mientras la mayoría de los pasajeros de ese tren sean ignorantes y semianalfabetas.
La buena noticia es que el foco de los planes del nuevo gobierno en materia de educación es acertado. Las ideas generales que ha expuesto la Ministra van en la dirección correcta. Pero esto no es suficiente. La educación debe ocupar un lugar central y primordial en los planes de desarrollo. Nuevos instrumentos, modelos, recursos y mecanismos, semejantes a los que ensayan los países más avanzados, deben ponerse en práctica. El sector privado, las fundaciones y los gobiernos locales deben revisar y optimizar todo lo que están haciendo. Es necesario elevar los esfuerzos y, sobre todo, ser mucho más ambiciosos.
La reforma de la educación debería depender, directamente, del liderazgo del Presidente de la República. Una misión educativa (del calibre de las que convocaron otros presidentes en el pasado), conformada por grandes expertos del mundo y por especialistas del país, debería preparar unas recomendaciones para que Colombia dé un gran salto en esta materia. De esta manera, el presidente Santos podría impulsar una transformación definitiva de la educación del país. Ese sería un legado enorme para el país.

Armando Montenegro
Tomado de la edicion dominical de el Espectador Domingo 11 de Diciembre de 2010

domingo, diciembre 05, 2010

Bersuit Vergarabat - Vuelos



LOS MALDITOS VUELOS DE CIENTOS Y CIENTOS DE DESPARECIDOS...¿ALGO HA CAMBIADO?