Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Editor: Francisco Cristancho
uno de los dueños del país –quien por estos días anda en toda clase de enredos con Odebrecht-Aval– pretende, por intermedio de su banco, endeudar a unos cuantos con créditos para la compra de automotores. ¿Para qué va a comprarse un carro hoy en día? Si el carro en Colombia es para guardar en el garaje, como consecuencia de la epidemia del pico y placa inoculada por Peñalosa en ciudades capitales e intermedias
Esta semana hay de todo, como en botica; pero no como en
botica del gato con botas, sino como en una droguería. ¿Por qué decimos que hay
de todo? Pues porque en las noticias escuchamos políticos sinvergüenzas;
parlamentarios vagos y candidatos a la alcaldía lacrimosos. Vamos a lo que nos
interesa: está al aire un programa –de televisión o no sabemos de qué cosa– en
el que cada candidato a la alcaldía de Bogotá prepara una receta. Está la
receta de Carlos Fernando Galán, el candidato preferido de la derecha –no
porque maneje por la derecha– sino porque es más godo que un hijo de Laureano
Gómez, aunque no lo exhiba en sus videos que inundan las redes sociales, quien
propone la receta conocida de polisombras, TransMilenios, pico
y placa; y eso sí, cero metros subterráneos. Desconocemos si es por
desconocimiento o con un ánimo venal, pero lo cierto es que, en su tercer
intento, Galán adopta al pie de la letra el recetario de Enrique Peñalosa y
Claudia López.
Al momento de redactar esta columna por medio de teléfono,
Germán se encuentra en una pequeña ciudad europea llamada Tbilisi, capital de
un país que no destaca por su riqueza ni por sus avances tecnológicos; que
cuenta con cipote metro para una población de dos millones de habitantes. Sus
ciudadanos parecen disfrutar el viaje en metro, y en privado elogian este
sistema, en una actitud diametralmente opuesta a la de los bogotanos que corren
con la mala suerte de verse obligados a usar TransMilenio para llegar a sus
trabajos y regresar a sus casas después de jornadas extenuantes y recurrentes
demoras en los servicios. En Bogotá el sistema de transporte público no sirve
ni servirá porque hay un par de vivos –o una cadena de vivos– que les gusta
negociar con buses y que cuentan con el favor de los mandatarios locales, como
es el caso de Enrique Peñalosa y de la que sabemos. En Tbilisi también hay
bicicletas y se observan algunos biciusuarios que viajan con
ellas en el metro, pero ello no ha obstado –como pareciera que lo ha hecho en
Bogotá– a la prestación de un servicio público de transporte multimodal eficaz,
seguro y rápido.
En las ciudades colombianas no se justifica gastar en un
carro lo que con enorme esfuerzo logran ahorrar los trabajadores, como lo
sugiere el Banco de Occidente en reciente publicidad de divulgación exhaustiva.
Fíjense lo curioso, uno de los dueños del país –quien por estos días anda en
toda clase de enredos con Odebrecht-Aval– pretende, por intermedio de su banco,
endeudar a unos cuantos con créditos para la compra de automotores. ¿Para qué
va a comprarse un carro hoy en día? Si el carro en Colombia es para guardar en
el garaje, como consecuencia de la epidemia del pico y placa inoculada
por Peñalosa en ciudades capitales e intermedias durante su etapa como
consultor “experto”.
No hace falta engañarse. La principal razón por la que los
ciudadanos adquieren un vehículo –pocos de contado y la mayoría a crédito, con
tasas de interés altísimas– es para evitar la ordalía diaria que supone el
transporte público basado en BRT de la mayoría de las ciudades colombianas, con la
notable excepción de Medellín. Nuestra recomendación es que desatiendan el
canto de sirena del banquero caído en desgracia e inviertan en cosas que puedan
disfrutar cuando les plazca. Como están las cosas, resulta más beneficioso
comprarse un garaje que un vehículo, pues al menos aquel lo puede usar como
depósito sin que le impongan absurdas y onerosas cargas adicionales al impuesto
correspondiente. Teniendo en cuenta las limitaciones al uso y goce del vehículo
particular que dejaron los alcaldes Peñalosa y López, ¿qué puede esperarse de
uno de sus más juiciosos alumnos y antiguo compañero de andanzas?
Nos dispensarán por lo breve de esta columna, pero Germán
está muy lejos de Pablo y debemos sortear todo tipo de obstáculos para
redactarla. Les pedimos que, mientras Germán descansa, ustedes –nuestros
apreciados lectores– digieran esta columna y en la medida de lo posible se
abstengan de acompañar su lectura con un trago, pues, aunque entendemos que el
panorama de la ciudad desazona a cualquiera, no pueden desaprovechar el día en
que la alcaldesa les permite disfrutar de su propiedad móvil.
Adenda: Mucha atención les recomendamos pongan a los
debates, a propósito de las elecciones que se avecinan. Aquí en Bogotá, el
‘estadístico’ no disimula su gusto por el tal “corredor verde”, que no es otra
cosa que más TransMilenio pintado de otro color. Como dice uno de los Gasca: “y
después no digas que no te avisamos...”
¡Hasta la próxima semana!
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