Imagen tomada de www.semillas.org.co |
Por Hernán Riaño
La propuesta de las diferentes reformas que necesita el
país, además de demostrar la urgencia de esos cambios para lograr una mejor
calidad de vida para los colombianos, ha dejado a la luz pública una forma de
negocios inventada desde el ascenso al poder de Álvaro Uribe Vélez: los
negocios privados con dinero público.
Les financian las campañas, invirtiendo miles de millones de pesos, para que, cuando llegue el momento hagan lo que los empresarios les exigen y saquen adelante las normas que a ellos les favorecen
Los corruptos y el “ex” implantaron el neoliberalismo, que
es quitarle al Estado los servicios que debe
prestar y entregárselos a los privados sin ninguna
compensación para el país. Se dieron cuenta que volver
negocios estos servicios es muy rentable, y aún más hacerlos
con el dinero de los impuestos sin aportar un solo peso, pero eso sí,
quedándose con el cien por ciento de las utilidades, y en caso de haber
pérdidas, que las asuman los colombianos. Así las cosas, se fueron adueñando de
todas estas actividades, la salud, las pensiones, las cesantías, el
transporte, las carreteras, los peajes, las represas, las hidroeléctricas
y todo lo que pudieran convertir en negocio. Esto lo lograron con
una guerra sucia, desacreditando, calificando de inepto y
corrupto al Estado con campañas llevadas a cabo por los medios de
comunicación de su propiedad y con periodistas que sirvieron a este
propósito. Todavía se escuchan voces en esos medios que dicen que los servicios
inherentes al Estado no los debe prestar éste, porque no es
eficiente, que hay un alto riesgo de corrupción y que mejor se los
entreguen a los privados.
Pero esta imagen que presentaron y con la que convencieron a
un alto número de colombianos, solamente la utilizaron
para adueñarse más rápido de todo lo que implicaba manejo de dineros
públicos. Como consecuencia, la ultraderecha se fue
apoderando del país en asocio con varios empresarios a los que les
entregaron todas estas actividades. Hasta la implantación de la “apertura
económica” de su cómplice César Gaviria, los dineros de los impuestos
de los colombianos eran administrados por el Estado para darle salud,
administrar sus pensiones, prestar los servicios públicos de energía, acueducto,
alcantarillado y aseo entre muchos.
Así comenzó la expropiación que le hicieron y siguen
haciendo, la extrema derecha y sus negociantes, a los colombianos.
El abuso de los empresarios de los servicios públicos es
total, desde que empezaron a ser “sus dueños” y los convirtieron en sus
negocios. Se apoderaron de las comisiones reguladoras de tarifas y por ende las
aumentan cuando “se les da la gana”. Hacen leyes, con parlamentarios a su
servicio, a los que les financian las campañas, invirtiendo miles de
millones de pesos, para que, cuando llegue el momento hagan lo que
los empresarios les exigen y saquen adelante las normas que a ellos
les favorecen. Además, no hay ente que se atreva a controlarlos porque es
tanto su poder que amenazan o compran funcionarios; a los usuarios les hacen
cobros injustificados y les expropian sus inmuebles o terrenos cuando ya no
pueden pagar.
De otro lado, las pensiones, las han utilizado para
enviarlos a fondos de inversión del extranjero corriendo un gran riesgo de pérdida.
Con ellas financian obras como puentes que se caen y hasta los hijos del “ex”
los usaron para expandir uno de sus negocios como los centros comerciales
(dicho por ellos mismos (1)) y quien sabe cuántos más. Los dineros de la
salud enriquecen a personas, vinculadas siempre a la extrema derecha, son
dineros públicos con los que no les dan la salud a los colombianos y por el
contrario no se sabe (o ¿sí?), a que bolsillo han ido a parar. Dejan
deudas billonarias con los hospitales públicos, que generalmente nadie paga,
pero eso sí, ellos reciben “su platica” por anticipado.
En todos los casos el “paganini” siempre es el pueblo, el
usuario; y no hay poder humano que los defienda del espíritu depredador de
estos empresarios que cartelizaron todas estas actividades
para el enriquecimiento de sus propietarios y los políticos que los
defienden.
El gobierno de Gustavo Petro, coherente con sus promesas de
campaña, presentó las reformas pertinentes para todos estos sectores, ¿y quién
dijo miedo?; saltaron al unísono los empresarios y políticos que se verán
afectados al ver que no podrían seguir enriqueciéndose a costa
de los impuestos de los colombianos.
La ultraderecha no tiene argumentos para atacar las
reformas, ya que cuando les entregaron estas actividades, lo hicieron sin
consultar, a espaldas del pueblo, sin enterarlo y, como dije antes, con una
campaña de desprestigio al Estado, además con la “promesa” de que sí
serían eficientes. El tiempo demostró lo contrario y ni eficiencia ni
nada, solo el desvío del erario a los bolsillos de unos pocos.
Estas reformas y su debate para lo que han servido es para
saber cómo fue que se apoderaron y convirtieron en “negocios” estas actividades
inherentes a un Estado social. Hoy, ya muchos saben los que han hecho las EPS,
los fondos de pensiones, los concesionarios de los servicios públicos, la
construcción de vivienda de interés social con la que se lucran de los
subsidios del Estado, los que construyen vías y cobran peajes, y todo
con lo que se han enriquecido desde la apertura económica de Gaviria y
Uribe. Descubrieron el negocio más lucrativo, apoderarse del
país y sus finanzas. Y no solamente se adueñaron, sino que con el sofisma
de que “son negocios privados”, no dan información, no permiten que se les
controle, audite ni fiscalice, no le rinden cuantas a nadie. Son negocios que
se rigen por el derecho privado, dicen, pero no aclaran que con dinero público.
Por eso no quieren las reformas, porque pierden la
oportunidad del siglo, negociar con los dineros públicos para beneficio
personal, en donde las utilidades son para los
privados y que debieran ser para la nación. Si el dinero es
del Estado…
*Texto originalmente publicado en Negocios privados con dinero público – SoNoticias y compartido con la comunidad de La Conversa de Fin de Semana, gracias a la generosidad del periodista Otto Hernán Riaño.
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