LA VITRINA DE LA CONVERSA

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viernes, agosto 04, 2023

QUILICHAO VIVE

 


Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-

¡Claro que sí!

A pesar de las últimas 5 o 6 administraciones, que como se sospechaba y se supo, eran la misma, aunque en cuerpos ajenos, ¡Quilichao vive!; así sea de milagro y por obra y gracia de la resiliencia de las comunidades.

Ahora bien, viendo el calamitoso estado en que se encuentra el municipio de Santander de Quilichao, al que se le prometió ser ciudad región, tener un centro hospitalario decente, una ciudadela universitaria bien dotada y funcional, una reorganización de su infraestructura vial y comercial, pleno empleo, crecimiento económico y sana convivencia en paz y armonía, en un entorno de respeto de la naturaleza; resulta difícil creer que aún quede espacio para la esperanza.

Han sido más de veinte años de lo mismo y de los mismos y las mismas. Lo único que tristemente ha cambiado, es la increíble capacidad de resignación o quizás de auto abandono a su suerte que ha venido asumiendo la sociedad Quilichagüeña, a quien a punta de ferias, fiestas, presentaciones, videítos y premiecitos se le ha distraído de la terrible desgracia que padece y que sitúa a esta comarca como la segunda localidad más peligrosa de Colombia.

El estado de la malla vial del casco urbano, parchada y re parchada una y ene veces, el desesperante caos del espacio público, la cada día más insoportable contaminación de todo tipo y el estado permanente de terror que se vive en Quilichao por las diarias noticias de violencias de todo tipo, evidencian que las medallitas, los premiecitos, los diplomitas que con orgullo han exhibido y exhiben quienes hasta hoy han gobernado a Quilichao, lo mismo que los continuos anuncios de fiesta y borrachera comunitaria, sirven, y mucho, para tapar la incompetencia, la inoperancia y la inutilidad de quienes han gobernado y gobiernan a Quilichao, que como se mencionó al principio; pertenecen al mismo grupo.

A escasos días de terminar el mandato de la más reciente encarnación del Bonillo-Grijalbismo, esto es, la actual alcaldesa municipal; con orgullo y entusiasmo se apresta a repetir, una vez más, la infalible fórmula de pan y circo…para el caso local: circo, con la poco noble intención de mantener anestesiada la creciente inconformidad de una comunidad que vive amedrentada por los violentos y que, tristemente terminará resignada a escoger la menos mala de las opciones, a ver si por obra y gracia de la Rosa de Guadalupe, se obra el milagrito de cesar esta horrible y larga noche de hace más de veinte años.

En el colmo de la desfachatez uribista, la actual mandataria, otra vez, como sus antecesores, se lavó las manos y le botó la pelota al actual gobierno nacional, para que asumiera la responsabilidad de hacerle la tarea de velar por la integridad y la vida de quienes la eligieron y de quienes no, en su encargo de alcaldesa de Quilichao.

En medio de un contexto de extrema inseguridad, en el que aún no se han evaporado las lágrimas de los dolientes de los recientes asesinados de todos los días; ya se anuncia con bombos y platillos, la reciente edición de las Ferias y fiestas municipales, algo así como: El muerto al hoyo y el vivo al baile, que es lo mismo que Pan y Circo. Aunque efectiva fórmula, no deja de ser inmoral, pero sobre todo antipática y desconsiderada con, las ya, miles de víctimas de la violencia y del régimen Bonillo-Grijalbista, que siempre ha encontrado presupuesto para el jolgorio comunitario.

El Bonillo-Grijalbismo, responsable del actual caos de Quilichao, ahora disfrazado de Frente Amplio, en cuerpo ajeno, o hasta en los mismos cuerpos, insiste en mantenerse en el poder

Acostumbrados, como han estado, a que la comunidad no les cobre electoralmente sus repetidos desaciertos e inutilidades, aspiran a que, celebrando Ferias y con las jugaditas de cambiar las metas de sus planes de desarrollo municipal, para que cuadren con los formatos de evaluación de Planeación Nacional y la Contraloría, puedan obtener, una vez más, el favor del voto de la comunidad.

El Bonillo-Grijalbismo, responsable del actual caos de Quilichao, ahora disfrazado de Frente Amplio, en cuerpo ajeno, o hasta en los mismos cuerpos, insiste en mantenerse en el poder, aprovechándose de la necesidad y del desconcierto de una sociedad amedrentada por la violencia, apelando a esconderse tras caras “nuevas” para seguir repitiendo las engañosas promesas de puesticos, contraticos, recomendacioncitas y apoyitos para los proyecticos, con un discurso de cambio, renovación e independencia, escrito y hasta recitado por los camaleones de siempre, quienes nunca han perdido ni una sola elección.

Aún se alcanzan a percibir los lamentos de los familiares y allegados de esas víctimas de la violencia a quienes no les quedará más remedio que sumarse a la borrachera colectiva, así no sea para festejar, sino para ahogar con licor su tristeza y su indignación.

Sí, Quilichao vive, pero de milagro. ¡Que viva la fiesta!

 

martes, septiembre 20, 2022

SIMPLEMENTE PARAMILITARISMO

 La primera víctima fue Eduardo Novoa. Le mocharon una oreja y le pusieron una bolsa en la cabeza. Después lo pelaron con espino. Gritaba que no lo mataran, le pegaban patadas y puñetazos, toda la cara se la partieron y nos decían: Miren, para que aprendan y vean lo que les va a pasar a ustedes. Luego lo tiraron a la cancha y le dispararon se demoró en morir”. Estos hechos ocurrieron en febrero de 2000. (INDEPAZ, 2009)[1]

Tal y como lo afirma la Comisión Colombiana de Juristas[2] en su texto titulado: Organizaciones sucesoras del paramilitarismo: “se puede empezar por afirmar que el paramilitarismo, en cuanto fenómeno social no desapareció de la sociedad colombiana con la desmovilización”, de hecho, la constatación de su permanencia ha sido evidenciada con asombrosa asiduidad por parte de las organizaciones defensoras de derechos humanos, nacionales e internacionales. Esta presencia, de conveniente bajo perfil, ha sido denunciada por comunidades a atemorizadas por su presencia alrededor de la minería ilegal, sus amenazas en contra del liderazgo social y la reivindicación de muchos asesinatos y masacres a lo largo y ancho del país, en los últimos años.

Imagen tomada perfil Twitter de Carlos Caicedo

La presencia de estas camionetas blancas de alta gama, dizque para, hacer una protesta pacífica, también trae a la memoria, la misma protesta pacífica que llevaron a cabo algunos ciudadanos del sur de Cali...


Sin embargo, lo realmente preocupante, es la permanencia del fenómeno social de aceptación de su existencia, como una “supuesta necesidad” de seguridad, habida cuenta de la incapacidad demostrada de los gobiernos locales para enfrentar un fenómeno económico-militar que supera enormemente, su muy reducida capacidad de inteligencia militar y de recursos logísticos. De igual manera, la consumada política pública del gobierno uribista de Iván Duque, consistente en “Hacer trizas la Paz”, acabó por reforzar la justificación social del paramilitarismo.

Se puede afirmar entonces, que no es coincidencia el súbito interés de la llamada gran prensa colombiana, de dar cubrimiento exhaustivo a las notas sobre delincuencia que azotan a las ciudades y campos, alegando que tal despliegue informativo, obedece a un muy discutible incremento de la violencia y a las quejas de inseguridad que expresa la ciudadanía. Valdría la pena revisar minuciosamente las cifras, puesto que algunas de ellas, vienen señalando una disminución de los actos delictivos, tras el anuncio del gobierno del Pacto Histórico de la pronta implementación de su política pública de Paz Total, datos muy contrarios, a las alegadas estadísticas de los medios de comunicación, hábilmente utilizadas como sustento de la percepción de inseguridad, que la prensa en oposición esgrime como justificación para un retorno a la mano dura de la Seguridad Democrática.

Así mismo, las recientes declaraciones de José Félix LaFourie, líder del gremio ganadero de Colombia, de su esposa, la senadora uribista María Fernanda Cabal y de otras autodenominadas personas de bien, en torno a la organización de grupos de ciudadanos para defender el derecho a la propiedad privada y a prevenir el supuesto fenómeno masivo de la invasión de tierras; señalan la persistencia, al interior de un sector de la población, identificada ideológicamente con la derecha, de una estrategia para “ legitimar, justificar y defender tanto el paramilitarismo, como las relaciones de las fuerzas armadas con éste, pasando por el narcotráfico y la ola de crímenes en nombre de una cruzada anticomunista” ( Velásquez, 2007)[3].

La sola posibilidad de una re edición de las oscuras noches de terror paramilitar, deberían bastar para que la sociedad colombiana, se hubiera alzado en enérgico rechazo a las imágenes de hacendados reunidos en intimidantes caravanas de camionetas blancas de alta gama, con la presunta anuencia de autoridades civiles y militares del Plato, departamento de Magdalena, haciendo control territorial, desplazando, o mejor, suplantando a esas autoridades, constitucionalmente obligadas a hacerlo, y que sin embargo, parecieran haber preferido prevaricar, antes que exponerse al poder de estas gentes de bien.

La presencia de estas camionetas blancas de alta gama, dizque, para hacer una protesta pacífica, también trae a la memoria, la misma protesta pacífica que llevaron a cabo algunos ciudadanos del sur de Cali, cuando, pistolas en mano, también salieron a hacer patrullajes ciudadanos, para defender su derecho a no protestar y de su propiedad privada. Las víctimas de estos patrullajes, todavía siguen esperando por los fallos judiciales.

Imagen tomada de : La Nueva Prensa
Colombia no merece, ni se puede dar el lujo de permitir que los intereses económicos y políticos de un reducido grupo de personas, nos lleven de vuelta a oscuros momentos de nuestra historia, en los que el avance y el control militar, económico y político de las autodefensas estaban horriblemente presente en todas las actividades del país.

Los actuales llamamientos a la auto defensa ciudadana, que hacen los voceros de la derecha colombiana  y que un reducido grupo de sus seguidores se han apresurado a cumplir, prende todas las alarmas de la sociedad, en torno a un  regreso oficial e impune del paramilitarismo, con el que, nuevamente se busca imponer  “ (...) un “patrón criminal de apropiación de tierras y territorios”, con el objetivo de imponer un modelo de desarrollo rural basado en los megaproyectos, la ganadería extensiva y la agroindustria” (CNMH, 2018)[4]

Y cuando las muertes ocurrieron en el marco de masacres con posteriores órdenes de desalojo para los sobrevivientes, las personas tuvieron que huir y dejar abandonados a sus muertos.” (CEV, 2022)[5]



[3]Historia del paramilitarismo en Colombia. https://www.scielo.br/j/his/a/tg74msZHyzjy6BMnmVCfjhn/?lang=es

[4] Paramilitarismo Balance de la contribución del cnmh al esclarecimiento histórico. P. 130. https://centrodememoriahistorica.gov.co/wp-content/uploads/2020/01/PARAMILITARISMO.pdf

[5]Sufrir la guerra y rehacer la vida. IMPACTOS, AFRONTAMIENTOS Y RESISTENCIAS. Págs. 27-28. https://www.comisiondelaverdad.co/sites/default/files/descargables/2022-07/Informe%20final%20Sufrir%20la%20guerra%20impactos.pdf

martes, septiembre 06, 2022

Juntos, pero no revueltos

 

Panorámica de CAM Santander de Quilichao. Tomada de: Radio 1040 A.M.

Por: Omar Orlando Tovar Troches – ottroz69@gmail.com-

Una de las características más sobresalientes de quienes han hecho política y se han hecho elegir por partidos, movimientos y grupos significativos de ciudadanos, que representan la política tradicional colombiana, es su asombrosa capacidad de atribuir a los demás, la historia, la economía o a la misma naturaleza, la responsabilidad de sus desaciertos o de su ineptitud.

Este comportamiento, rayano a la impudicia, que ostenta la clase política tradicional, normalmente es exhibido cuando las circunstancias adversas, e incluso, las críticas a sus metidas de pata o a su inacción, se salen de control. En estos momentos de crisis, el cinismo se les sale, el oportunismo toma el control y en lugar de apelar a una actitud humilde de reconocimiento de los errores, la falta de tino para decidir o de la ignorancia sobre tal o cual asunto; asumen una actitud de superioridad moral y terminan acudiendo a la auto victimización y al ejercicio del espejo retrovisor, para endilgarle su ineficiencia e incapacidad a administraciones pasadas, sin importarles, siquiera, que éstas hayan sido sus aliadas o sus patrocinadoras.

Este escenario, tristemente naturalizado por las ciudadanías necesitadas, pero, sobre todo, desinformadas, es el que presenta la actual administración de Santander de Quilichao, en momentos en los que, los niveles de inseguridad y de violencia que azotan a este municipio norte caucano, han alcanzado niveles inimaginables.

Imagen tomada de: cuartodehora.com

La ciudadanía atemorizada por el clima de violencia que ha implantado la delincuencia en todas sus formas, ha empezado a manifestar su indignación por la total ineficacia de las medidas que ha tomado la administración municipal y siente que tanto la alcaldesa, como los altos mandos militares, no están cumpliendo con su obligación constitucional de preservar la vida, honra y bienes de quienes habitan en esta zona del norte del departamento del Cauca.

Ahora bien, una vez señaladas las características de la clase política que desde hace veinte años y hasta la fecha, ha tenido la responsabilidad de lo que en la actualidad acontece en el municipio más importante del norte del Cauca, se hace necesario plantear que, no es de extrañar el tibio llamado a la unidad, que desde el despacho de la alcaldía de Santander de Quilichao, se hace a algunos sectores de la sociedad civil de esta comarca, toda vez que, como se venía señalando, este es uno de los comportamientos típicos de la clase política tradicional, cuando se encuentra impotente ante el resultado de haber transitado la acostumbrada ruta del amiguismo clientelar y de la desconexión con la realidad política y social del territorio que supuestamente “administran”.

Contrario a lo que piensan algunos miembros de la oposición política quilichagüeña, quien estas líneas comparte, no considera que el llamado a la unidad que hace la mandataria local, pueda considerarse como incoherencia, todo lo contrario; tal y como se ha venido planteando en esta columna, esta actuación hace parte de la línea política de la derecha tradicional colombiana, que una vez abrumada por la efectividad de su incompetencia, acude a una especie de chovinismo local, aprovechando el desespero de la sociedad, para intentar “democratizar” su fracaso, echando mano de iniciativas ajenas para salir del paso y ¿por qué no?... ejecutar una maroma de re encauche, o de mimetización de su posible sucesor (a), así sea en el cuerpo de algún aliado.

No obstante que la confianza ciudadana hacia la mandataria municipal, se encuentre en muy malas condiciones, lo cierto es que, la sociedad quilichagüeña debe dar el paso de reclamar para sí, el poder constitucional que tiene (Artículo 3 de la Constitución Política de Colombia), con el propósito de buscar salidas consensuadas al gravísimo problema de inseguridad que padece el municipio. La Carta Política colombiana ofrece varias alternativas de participación ciudadana, dentro de la que está incluida la del Cabildo Abierto, o los diferentes espacios de coadministración que ofrece la arquitectura estatal (los consejos municipales de planeación, de juventud, entre otros espacios) ya que el ente de control político y de coadministración dominado por los aliados de la alcaldesa, se ha rehusado a cumplir con su obligación constitucional.

Debe quedar claro que el llamado no es para rodear a la actual alcaldesa o al Bonillo –Grijalbismo, sino al ejercicio de la búsqueda conjunta de soluciones que puedan restablecer la tranquilidad al municipio y que eviten brotes de justicia por mano propia.

Debe quedar claro que el llamado que hace este opinador, no es a rodear a la actual alcaldesa o al Bonillo –Grijalbismo en todas sus vertientes, sino al ejercicio de la participación democrática directa, a la búsqueda conjunta de soluciones, que no solo, puedan restablecer la armonía y la tranquilidad al municipio, sino que además, eviten brotes de justicia por mano propia, ocultos en convenientes nombres de grupos de seguridad ciudadana, grupos de reacción ciudadana, seguridad comunitaria, etc., ya intentados por el uribista ex secretario de gobierno de la actual administración municipal de Santander de Quilichao. La seguridad y la convivencia ciudadana no pueden quedar, como los cacareados Consejos de Seguridad, en un simple y muy utilizable llamado a la unidad, sino que debe ser un llamado a la civilidad y a la solidaridad ciudadana.

Ante crisis de extrema gravedad, como la que atraviesa Santander de Quilichao, es necesario estar juntos en torno a buscar soluciones, lo que no podemos permitir es una revoltura coyuntural para tapar veinte años de lo mismo. Quilichao no puede permitirse el lujo de seguir la misma senda. Ya fue suficiente de la alternancia de los de siempre, así sea con sus nuevas caras, ahora en trance de mimetismo y de ventajosa aproximación a sectores alternativos.

Juntos, pero no revueltos. 



domingo, enero 30, 2022

La Paz y la Vida también dan votos

 

Foto: Portal El Pais de España
Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-         

En el acostumbrado ejercicio periodístico capitalino de priorizar las noticias, en función de la importancia económica o farandulera que tengan; los colombianos pudimos constatar con altas cuotas de indignación, cómo, toda la prensa privada de Bogotá le dedicó páginas y tiempo, en primer lugar, a la justicia espectáculo del Fiscal Barbosa, en su libreto de Sherlock Holmes criollo, capaz de resolver en tiempo récord, el asesinato de un afamado estilista de las estrellas de los canales de televisión y en segundo lugar; a  centrar la atención de la opinión pública nacional, alrededor de la situación de guerra en la frontera con Venezuela, objetivo de la demagogia internacional del uribismo, pero sobre todo, de gran interés para la industria del petróleo y del contrabando.

Preocupa que la matriz informativa de los poderosos medios privados de comunicación, siga encasillada en el morbo amarillista de las notas de farándula y de baranda judicial, en tanto que la crisis humanitaria, ocasionada por el empecinamiento de la dirigencia colombiana en hacer trizas el proceso de paz con la ex guerrilla de las FARC-EP, sigue cobrando víctimas, ya no en términos de días, sino de horas. Las muertes de lideres y lideresas sociales, incluidas las del niño Breiner Cucuñame y de Albeiro Camayo , ambos guardias indígenas del pueblo Nasa, ambos protectores de los DD.HH. y  del medio ambiente en el norte del Cauca, aún siguen esperando un mínimo de atención de estos medios de comunicación, pero, sobre todo, de la sociedad colombiana, perdida en la matriz mentirosa de la polarización política, gestada por el terrorismo mediático de la derecha colombiana, que insiste en el miedo como estrategia electoral.

En este escenario de las pos verdades creadas y gestionadas por el mercadeo político de las campañas electorales, la vida, la paz, la verdad, la justicia y la equidad, siguen relegadas a ser asuntos incómodos que no concitan la atención del posible elector, como sí lo hacen, el insulto, el terrorismo electoral, el engaño, las promesas alucinantes, el baile de Tik Tok, o asumir una superioridad moral, declarándose de centro y anti polarizador.

El miedo a Petro, al castro chavismo, a volvernos como Venezuela, Cuba y ahora último a Rusia (¿?), vuelven a hacer parte de la estrategia de miedo acordada y emprendida, una vez más por el uribismo y sus partidos aliados. A punta de inundar los noticieros, programas y páginas de opinión de todos los portales de los medios privados de comunicación, con señalamientos de oscuras relaciones entre grupos armados ilegales, los vándalos, las primeras líneas de las protestas, con los partidos y movimientos opuestos al actual gobierno nacional; una vez más, la derecha colombiana y sus patrocinadores, intentan convencer al muy desinformado elector promedio, de la necesidad de elegir congresistas y presidente de mano firme y corazón grande, así no se llamen Álvaro Uribe, lo importante es que se ataje a Petro o a quien lo represente o se le parezca.

La Paz y la vida, no son los temas sobre los que giren las propuestas de los aspirantes a ser congresistas o a ser presidente y vicepresidente de Colombia, si acaso, se mencionan como parte de los llamados eslóganes de campaña, o para diferenciarse del rival de turno, si éste o ésta no lo hacen primero. Salvo las alusiones que, sobre el tema de la paz, han hecho los partidos y movimientos aglutinados en el Pacto Histórico y las del Candidato a senado Humberto de la Calle; estos temas parecen carecer de importancia en las agendas programáticas y electorales de las campañas políticas para las elecciones 2022.

Imagen  Portal Proclama del Cauca

Hace algún tiempo, este servidor, junto con personas de otras ciudades de Colombia, suscribimos el documento: Carta abierta a todos los partidos y movimientos políticos de Colombia. HASTA QUE AMEMOS LA VIDA. (ver: Carta abierta a todos los partidos políticos de Colombia (proclamadelcauca.com)), en el que le pedíamos a los aspirantes a congresistas y presidencia de Colombia; poner en el centro de la agenda de sus campañas; los  temas de la defensa de la Vida, los territorios, el cumplimiento del Acuerdo de Paz con las FARC-EP y la salida negociada a la actual conflictividad armada. Gracias a la colaboración de varios medios independientes, tanto de Santander de Quilichao, como de Bogotá, el documento pudo ser público, sin embargo; ninguno de los movimientos, partidos o candidatos, a quienes se les hizo llegar el documento, se tomó la delicadeza de al menos; acusar recibo del mismo, mucho menos de considerarlo y ponerlo en sus agendas.

Quienes suscribimos el mencionado documento y creemos que millones de colombianos más, seguimos convencidos de la necesidad de poner la Vida y la Paz, como centro de atención del ejercicio político del próximo gobierno nacional y de la agenda legislativa del nuevo congreso. Seguimos creyendo que ya es tiempo de parar las masacres, el terror, la violencia, el odio y la intolerancia, que, durante más de doscientos años, se han convertido en el quehacer de la sociedad colombiana y sus dirigentes.

Una vez más, invito a quien lea estas líneas, a que nos juntemos para demandar de la clase política y empresarial de Colombia, que se pongan serios y nos ayuden a parar esta matanza, este abandono, esta violencia, empezando por el clientelismo, el abuso del poder, la exclusión y la delincuencia; reunidos todos en el cáncer de la corrupción.

¡ojo! Candidatas y candidatos: La Paz y la Vida también dan votos.


lunes, febrero 08, 2021

DE ESPALDAS AL PACÍFICO

DE ESPALDAS AL PACÍFICO

La respuesta de este gobierno, al igual que la de sus predecesores de derecha y de extremo centro, ha sido la misma, más consejos de seguridad, más anuncios de recompensas, de inversiones y más pie de 
fuerza.

Fuente: eltiempo.com

Por: Omar Orlando Tovar Troches – ottroz69@gmail.com

Con tristeza, no de opinador, sino de colombiano, tengo que decir, que me apena, reitero, no por mi ego, sino por las comunidades afectadas, tener que reiterarme en un mismo tema: La horrible crisis que afrontan las buenas personas que habitan el litoral pacífico colombiano.

Después de algo más de tres años, es deplorable tener que retomar una columna sobre la misma tragedia: el olvido, el racismo, la exclusión, la manipulación, el saqueo y la corrupción que se han tomado a sangre y fuego la vida de chocoanos, vallunos, caucanos y nariñenses.

En mis líneas de 2017 (ESE TAL PAZIFICO NO EXISTE – Proclama del Cauca), me atrevía a tomar palabras de algún pensador Pacífico, quien dijo alguna vez sobre el Departamento del Chocó, que éste era un territorio de cara al Océano Pacífico y con la espalda de Colombia a sus espaldas, o algo así, como diría el Chapulín Colorado.

Cuatro años más tarde, me toca, con desconsuelo, pero  con la misma indignación, apropiarme de las palabras de un líder social de Buenaventura, para señalar el desconocimiento, el olvido, la exclusión, o el desprecio, con el que algunos personajes de la otra Colombia, miran a las personas del pacífico, cuando al contestarle a una periodista de un medio afín al poder, Leonard Rentería dijo: “A ustedes les debería dar vergüenza decir eso que están diciendo, les debería dar vergüenza que cómo vamos a perjudicar a 50 millones de colombianos, cuando los 50 millones de colombianos no piensan en nosotros, que somos los que hacemos posible que a ustedes les llegue la mercancía y les llegue todo lo que les llega a su casa. Debería darles vergüenza y deberían sentir empatía por un pueblo que le ha dado tanto a este país y este país no ha hecho más que desconocerlo, que comportarse de forma racista y tratarnos como nos tratan”

Casi que decir o escribir algo más sobra. Lástima que no es así.

A pesar de la inmensa solidaridad que despertó en las redes sociales la digna respuesta de Leonard Rentería, uno de los tantos Bonaverenses cansados de su tragedia, la verdad es que todavía persiste en buena parte de la opinión pública de Colombia, esa cierta indiferencia, esa cierta incomodidad por la protesta de las personas del pacífico colombiano, debida quizás, a la constante estigmatización racista y política, con la que un gran sector de la élite centralista de Colombia, se refiere a esta zona del País, que es esa misma seudo aristocracia criolla, representada por periodistas como Paola Ochoa, Ricardo Ospina y demás congéneres de su casa periodística, que hacen eco de una minoría que cree que el ombligo del mundo está en Bogotá, cuando no, a los pies del poder.

Foto de Contagio Radio

En ese triste orden de ideas, se hace necesario recordarle a esa otra Colombia, la que está de espaldas al pacífico, que la posibilidad de otro paro en Buenaventura o incluso la reactivación de la Minga Social del suroccidente colombiana, está más que justificada. Cuatro años después de los paros del Chocó, de la Minga y de Buenaventura misma; la tragedia social que los originó sigue siendo la misma, sólo que ahora con los ilegales patrullando, amenazando y asesinando a la vista de todos, incluso la de los agentes del estado, encargados de defender la vida, honra y bienes de sus paisanos.

La respuesta de este gobierno, al igual que la de sus predecesores de derecha y de extremo centro, ha sido la misma, más consejos de seguridad, más anuncios de recompensas, de inversiones y más pie de fuerza. Hace cuatro años, hace veinte años, hace cien años, las exigencias del pacífico a ese centro blanco de Colombia, enriquecido a costillas del pacifico indio y negro eran y son las mismas: techo, pan, salud, educación, trabajo, paz y vida, nada más, pero nada menos, así lo constatan los historiadores al hacer mención en sus trabajos acerca del pacifico: “Las regiones del litoral pacífico experimentaron efectivamente un desarrollo al margen del país, … Los asentamientos, casi exclusivamente negros, están distribuidos en caseríos y pueblos pequeños o veredas alineados a lo largo de los ríos y constituidos por parentelas, y dieron lugar a una organización cultural, social y política original alejada de los esquemas elaborados por las sociedades coloniales – y después independientes- del centro del país.” (Hoffman, 2007, pág.21) *

Pareciera ser que, salvo en periodos de elecciones, a los que resultan ser elegidos, no en representación de los indios, negros y mestizos campesinos del pacífico, sino de los poderosos gremios de la producción, lo único que les interesa de estas gentes, es su apoyo, sus votos y su aquiescencia para acabar de saquear las riquezas de los erarios municipales y departamentales, pero sobre todo; para autorizarles a sus jefes de Bogotá, Miami, Washington y Europa, la explotación de las riquezas naturales de este incómodo, pero abundante pacífico y claro, ¿cómo no?; la autorización para entrar por el moderno puerto de Buenaventura, dirigida al centro blanco, aristocrático o de clase media que se cree igual; las mercaderías que les permiten vivir bien y criticar la haraganería de los revoltosos del pacífico.

Cuatro años y lo único que le interesa a algunos líderes y lideresas de opinión, es que puedan entrar al país el calzado, la ropa, los electrodomésticos, la comida y demás chécheres que les permita reafirmarse como gente bien, así sus tarjetas de crédito permanezcan en aterrador saldo rojo, del mismo color de los trapos de la pobrecía, a la que esas exportaciones ha dejado sin trabajo, los mismos trapos rojos de hambre de los campesinos que salen a regalar sus productos a la carretera, el mismo rojo de la sangre de los jóvenes del pacífico, que no han encontrado otro camino que el de matar o ser víctimas de esos nuevos-viejos patrones y matronas del mal, que encuentran en su enriquecimiento, la justificación suficiente para mantener a 50 millones de colombianos y colombianas de espaldas al pacífico.

 

* Hoffman, Odile, Comunidades negras en el pacífico colombiano, Innovaciones y dinámicas étnicas, 2007, CONACYT (Méjico), Ediciones Abya – Yala, Quito-Ecuador, ISBN 978-9978-22-694-0 Recuperado de: https://digitalrepository.unm.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1038&context=abya_yala

jueves, diciembre 22, 2016

2016 Año Bisiesto



Por: Omar Orlando Tovar Troches – ottroz69@gmail.com-
Creían las personas mayores, aferrándose a ese determinismo trágico impuesto por la invasión europea a lo que hoy se conoce como América (latina), que los años bisiestos guardan en sus entrañas, malos presagios y peores acontecimientos.

Parece ser que los desbarajustes en eso de contar nuestros días terrestres y mortales y que fueron observados por un monje con el nombre del dios de la borrachera (Dionisio, que no Juan Carlos Vélez, el del C.D.), dejaron en nuestro inocente colectivo la desazón por los años bisiestos, a los que les adjudicamos extraordinarios augurios, mucho más acá en el País del Sagrado Corazón en el que, siguiendo con lo de la beodez, la mayoría de nuestros males ocurre por excesos en la celebración, la improvisación o porque corre por nuestras venas un desbarajuste más grave  que ni Dionisio el pequeño ha podido enmendar.

Luego de más de doscientos años de vida republicana violenta, la nación colombiana está cerca de dar los primeros pasos en un nuevo intento de reconciliación, a pesar del terror que produce lo novedoso en una sociedad liderada por hombres y mujeres aferrados a un atavismo conservador que causa desconcierto, reproche e hilaridad en el exterior, en donde no se entiende por qué la gente en Colombia votó en contra de su anhelada paz y matan o dejan morir a sus niños y niñas.

Pasamos de las justas épicas de nuestros jóvenes deportistas, a lo cantinflesco de la cotidianidad de nuestra dirigencia política. De manera increíblemente reiterativa, la sociedad colombiana viaja de un extremo al otro del espectro de la sensibilidad, eso lo saben las élites de nuestro querido País del sagrado corazón, por eso  lo fomentan, lo amplifican y lo usan para que a pesar de todo lo que pase, no pase nada.

Uno que otro asalariado de las noticias, en su afán de entregar la materia prima de esa carroñera industria del sensacionalismo, del espectáculo, del morbo por la violencia o amarillismo que llaman algunos, nos sorprendieron durante este año, luchando desesperadamente por  ser los primeros en el sitio de los siniestros aéreos, en cubrir las muertes de los niños de la Guajira, el abuso diario de mujeres y niños, en conseguir los videos de vigilancia de los ya múltiples linchamientos de atracadores de casas, bolsos y celulares de alta gama, todo debidamente contrastado con el glamour del futbol internacional y los programas de “realities” que quedan en medio de las series televisivas dedicados a nuestra narco-cultura.


Tal como las pirañas o los tiburones, nos dejamos hipnotizar y  entramos sin reacción alguna en el frenesí que causa la sangre de la primicia, la exclusiva, la chiva. Conocedores de las mil y una argucias para provocar esa sensiblería que nos define a un buen número de colombianos y colombianas, los dueños y algunos directores de medios no escatimaron y, aún hoy, no escatiman artificios para seguir sacándole jugo a la tragedia. A fe que lo lograron durante este extraño año bisiesto de medallas olímpicas, de Nobel de Paz,  de los asesinatos de Yulianna, Dora Lilia y cientos y cientos de víctimas del miedo recurrente que le tenemos al cambio.

lunes, noviembre 21, 2016

LA CONEXIÓN TRUMP - CAUCA.



Por: Omar Orlando Tovar Troches – ottroz69@gmail.com -

Diera la impresión que el efecto Trump está empezando a sentirse en todos los rincones del mundo, y aunque obvio, no sobra decir que el Cauca está incluido. El desprevenido lector o lectora se preguntará: ¿y a todas estas… qué tiene que ver el recientemente elegido Donald, que no el pato, con lo que pasa acá en este históricamente olvidado y pobre departamento del sur de Colombia? Desafortunadamente mucho. Y eso es lo triste.
De todos los habitantes de esta gran pelota azul en la que vivimos, son conocidas las políticamente incorrectas posiciones y actuaciones del nuevo huésped de la Casa Blanca, allá en la tierra del ratón Miguelito. Aunque censurados por una inmensa mayoría que no votó por él (Don Donald), parece ser que algunos émulos suyos alrededor del mundo han empezado a poner en práctica, lo que para ellos ahora es oficial es decir; el abuso, la grosería, el matoneo y la violencia.
Don Donald, que no el pato, aunque trate de lavar sus manos, cara y copete, negando que su mal ejemplo se haya popularizado, ha puesto de moda el mal comportamiento social. De todos los closets del mundo están saliendo los atarbanes y rufianes hasta ahora medianamente escondidos, aunque siempre activos, para reclamar para sí y en nombre del doctor Trump, la patente de corso para imponer a la brava, sus más primitivos deseos,  modos de ver y hacer el mundo.
Pero… ¿y el Cauca que tiene que ver con eso? Serenidad y paciencia.
En estos últimos días, la comunidad Quilichagüeña ha asistido al aterrador espectáculo protagonizado por algunos simpatizantes de Don Trump. Primero un “devengador” de salarios del muy dudoso sistema acusatorio colombiano, casi que deja en la impunidad al autor de un feminicido, al calificar la actuación del asesino como un simple homicidio, tras pactar con el imputado. La víctima de esta bestialidad, para más señas y mayor vergüenza, era una joven mujer de ascendencia afro. Aunque impactado por este premio a la brutalidad, en días más próximos, quien les escribe tuvo noticia, por parte de algunos y algunas estudiantes de la Universidad del Cauca, de las salvajadas, por decir muy poco, que en contra de las estudiantes afro descendientes de esa universidad, practica un docente de la facultad de derecho, a quien a pesar de haber denunciado por acoso sexual y racismo  ante las autoridades de la universidad y las judiciales, no parece pasarle nada, como tampoco les paso a Clinton Bill y Trump Donald.
Da piedra, en términos coloquiales, enterarse y/o ser testigos del avance de la barbarie en la institucionalidad de este rincón de Colombia. Causa inmensa indignación saber que las personas encargadas de poner en cintura a los delincuentes o al menos de impedir que el salvajismo siga avanzando, trancen con los agresores o simplemente no hagan nada, permitiendo de paso que la cultura del más fuerte, el más macho, el mejor relacionado o el más vivo siga campeando por nuestra sociedad, en concordancia con el mal ejemplo del doctor Trump.
Para el caso particular de acoso y racismo en la Universidad del Cauca, da mucha más piedra con su organismo de dirección, máxime cuando la conducción de esta Institución Educativa, se encuentra, al momento de escribir estas líneas, a cargo de un hombre que se paseó y bebió de las fuentes de las luchas por las reivindicaciones sociales (inclusión, equidad y respeto por la dignidad humana) convertido ahora en un simple y autista burócrata del establecimiento que él crítico y combatió cuando se ufanaba de ser de izquierda.

Espero haber podido establecer la triste conexión Trump-Cauca.


NOTA APARTE: Hablando de Unicauca. Ni el Gobernador del Cauca, ni la dirección de la Universidad y tampoco  la Asamblea Departamental, le contestan a los norte caucanos la pregunta: ¿Por qué los y las estudiantes del tristemente célebre programa de regionalización de Unicauca del norte del departamento, pagan el doble del valor de la matricula que pagan los estudiantes en Popayán por los mismos programas? Sin querer ser insidioso, en otras partes y en otros tiempos, a eso se le ha llamado discriminación. ¿Y si la Institucionalidad da mal ejemplo, qué se les puede pedir a sus docentes, estudiantes y egresados? Y de la bancada congresista del Cauca tampoco se ve ni se oye nada.

miércoles, octubre 12, 2016

PAZ YA

¡PAZ YA!


Bogotá, octubre 12 - Una nueva marcha en reclamo de la implementación del acuerdo

Por: Omar Orlando Tovar Troches –ottroz69@gmail.com-

Luego de la lamentable resaca producto del pírrico triunfo del NO, en la pasada jornada plebiscitaria que buscaba la aprobación de los acuerdos negociados en la Habana entre la guerrilla de las F.A.R.C. y el actual gobierno Colombiano; la Nación colombiana ha entrado en un marasmo lleno de incertidumbre, esperanzas y desafíos en torno al futuro de un, ahora no tan claro, escenario de pos-conflicto.
La renuncia del gerente de la campaña del NO AL PLEBISCITO, del Centro Democrático, no ha podido contener la sensación de engaño, manipulación e irrespeto que quedó entre muchísimos desinformados votantes, que le apostaron a la postergación de la esperanza de Paz en nuestro territorio. Los manipuladores líderes y lideresas del NO AL PLEBISCITO, tampoco han podido cumplir la, también falaz, promesa de re-negociación de lo acordado en la Habana, que le hicieron a sus casi estafados seguidores, ni han insinuado un acto de contrición ante la feligresía que cayó en el señuelo de la inexistente “Ideología de Género” agazapada en el citado acuerdo de Fin del Conflicto, que restaure mínimamente su fe engañada.
Al brumoso y empantanado escenario de la Paz en Colombia, ahora se le quieren agregar  las enredaderas del prematuro proselitismo político de quienes tienen alguna aspiración presidencial en el 2018 o al menos un mínimo rencauche ante la opinión pública. Enredada en las terribles buenas maneras políticas, que los “arrepentidos” y embolatados dirigentes del NO, tratan de imponer al desprevenido transeúnte,  se encuentra escondida, la tenebrosa intención de no cambiar el statu quo socio-económico que nos tiene como nos tiene, desde hace ya muchas décadas y que podría desembocar en una especie de restauración del Frente Nacional.
Miles de Estudiantes, comunidades campesinas, afro-descendientes e indígenas, trabajadores, luchadoras de la equidad de género y cientos de miles de Colombianas y Colombianos, que aunque fueron sujetos de la mezquina desinformación por parte de los manipuladores del NO,  ahora rodean al propósito de no dejar apagar la llama de la esperanza de un cercano escenario de reconciliación y paz en Colombia. Estas multitudes  se contraponen a la egolatría, al egoísmo y los deseos de venganza de una minoría que aún usa, de manera artificiosa, la trinchera ideológica, para tratar de imponer sus muy oscuros deseos de seguir alimentando la inequidad, la exclusión, el odio y la violencia, a fin de defender sus muy particulares intereses.
En este segundo tiempo del proceso de Paz en Colombia, necesitamos como nunca antes, tratar al menos, de sincronizar nuestras intenciones, nuestros motivos de lucha o de exigencia, para avanzar en la consecución del pleno ejercicio de nuestro humano y constitucional Derecho a la Paz. No podemos permitir que los des-informadores, los ambiciosos y viudos del poder político-económico, los guerreristas y los mezquinos, se tomen la vocería de millones y millones de colombianos, que solo pretendemos una Paz duradera y estable para nuestros descendientes.

Es el momento de abrazar la causa nacional de la PAZ YA y no permitir dilaciones sofistas por parte de quienes, hasta ahora, no le han podido decir a ciencia cierta a sus seguidores, las razones por la cuáles tenían que marcar la casilla del NO al anhelo de una Colombia en Paz, en la que podemos caber todas y todos.

lunes, septiembre 19, 2016

TAN SOLO NIÑOS Y NIÑAS

TAN SOLO NIÑOS Y NIÑAS



Por: Omar Orlando Tovar Troches –ottroz69@gmail.com-


Un niño no mayor de doce años, con su torso desnudo, con su carita pálida, desfigurada por gestos desencajados, quizás por estar su mente fuera de sí, por causa de la excitación del reciente evento o tal vez por el consumo de alguna sustancia tóxica, está forcejeando con dos niñas no mayores en edad a él, lo vienen arrastrando, “rescatado de la tomba”, según ellas, mientras le toman su rostro con las mismas manos que acaban de ocultar una navaja en la intimidad de sus muy cortos pantalones, le dicen gritándole: “¡Tranquilo, fresqueate, que cuando lleguen al colegio, los agarramos uno a uno..”, mientras intentan apartarlo del barullo del más reciente hecho de violencia infantil en el Parque Santander del municipio norte caucano del mismo nombre.
La escena no es el preámbulo de una guion  de T.V. o cine de porno-miseria, a los que ya nos hemos acostumbrado en Colombia, esta escena de la vida real, ya se está tornando rutinaria en los parques, centros comerciales, las calles o las afueras de las instituciones educativas de toda nuestra geografía, esta misma escena ahora hace parte de esa aterradora cotidianidad de nuestros niños, niñas y adolescentes, hijos, nietos o bisnietos de la inveterada violencia nuestra de cada día, debidamente registrada y popularizada por buenos y alcahuetes reporteros ciudadanos, quienes haciendo buen uso de la tecnología inteligente de que disponen, intentan ganar más seguidores exhibiendo nuestra tiste realidad en YouTube o cuanta red social de Internet exista.
Una de las niñas, ahora acompañada por otra, regresa al sitio en donde se encuentran reunidos  el resto de los impúberes protagonistas de la más reciente gresca infantil acontecida en Quilichao. Se la ve llevar sus manitas hacia su intimidad, de donde aparece nuevamente una navaja, con paso afanado y decidido, se va junto a su amiguita, con mirada llena de agresividad e imprecando palabrotas más grandes que sus pequeñas humanidades, en pos de otras preadolescentes “más viejas”, con catorce años a lo sumo, quienes las desafían vociferando altisonantes palabras de grueso calibre y con miradas llenas de odio. Más allá, en el centro del parque, nuevamente se oye el ruido de botellas que son despicadas contra la estatua del prócer y la algarabía de cientos de chiquitines que corren como en una alucinante coreografía de odio y violencia en procura de terminar el encuentro interrumpido por algunos casi indefensos policiales.
Resulta muy difícil tratar de describir las sensaciones de los adultos espectadores de tan trágica muestra de intolerancia y violencia física protagonizada por estos menores. Estupefacción resulta ser lo más cercano, aunque cabrían aterrador, triste o indignante, para tratar de narrar lo que pasó por las mentes de quienes nos hemos vuelto auditorio de este triste acontecer y que sólo atinamos a preguntar ¿Qué pasó?
En un país, como el nuestro, lleno de violentólogos, repleto de sesudos estudios sobre el origen y las causas de nuestra violencia,  vale la pena preguntarse una vez más ¿Qué hemos hecho mal o qué no hemos hecho? Para intentar dar explicación a este fenómeno de la violencia infantil, en la que los niños y niñas, además de ser víctimas ahora asumen el papel de victimarios.
Estamos haciendo algo terriblemente mal, para lograr que el futuro de nuestra Nación se nos esté embolatando, en medio de las miles de pandillas que pululan nuestras ciudades, en medio de la violencia escolar, en medio de los combos, las barras bravas de futbol, las “chiquitecas,” los piques clandestinos y el microtráfrico de estupefacientes.

Quizás el ejemplo que les hemos legado lleno de intolerancia, de segregación, de discriminación, de violencia , de apología del crimen, de buscar siempre la justicia vindicativa en vez del perdón, de linchar en vez de acudir a la ley, haya sido el más efectivo de los ingredientes de este atroz  caldo de cultivo social, para que estos chiquitines ahora y de manera repetida se citen vía “Smartphone” o redes sociales, para dirimir esos muy adultos conflictos heredados y/o imitados, que no los dejan ser tan solo niños o niñas, nada más.