DE ESPALDAS AL PACÍFICO
Por: Omar Orlando Tovar Troches – ottroz69@gmail.com
Con
tristeza, no de opinador, sino de colombiano, tengo que decir, que me apena,
reitero, no por mi ego, sino por las comunidades afectadas, tener que
reiterarme en un mismo tema: La horrible crisis que afrontan las buenas
personas que habitan el litoral pacífico colombiano.
Después de
algo más de tres años, es deplorable tener que retomar una columna sobre la
misma tragedia: el olvido, el racismo, la exclusión, la manipulación, el saqueo
y la corrupción que se han tomado a sangre y fuego la vida de chocoanos,
vallunos, caucanos y nariñenses.
En mis líneas
de 2017 (ESE
TAL PAZIFICO NO EXISTE – Proclama del Cauca), me atrevía a tomar palabras
de algún pensador Pacífico, quien dijo alguna vez sobre el Departamento del
Chocó, que éste era un territorio de cara al Océano Pacífico y con la espalda
de Colombia a sus espaldas, o algo así, como diría el Chapulín Colorado.
Cuatro
años más tarde, me toca, con desconsuelo, pero con la misma indignación, apropiarme de las
palabras de un líder social de Buenaventura, para señalar el desconocimiento, el
olvido, la exclusión, o el desprecio, con el que algunos personajes de la otra Colombia,
miran a las personas del pacífico, cuando al contestarle a una periodista de un
medio afín al poder, Leonard Rentería dijo: “A ustedes les debería dar
vergüenza decir eso que están diciendo, les debería dar vergüenza que cómo
vamos a perjudicar a 50 millones de colombianos, cuando los 50 millones de
colombianos no piensan en nosotros, que somos los que hacemos posible que a
ustedes les llegue la mercancía y les llegue todo lo que les llega a su casa.
Debería darles vergüenza y deberían sentir empatía por un pueblo que le ha dado
tanto a este país y este país no ha hecho más que desconocerlo, que comportarse
de forma racista y tratarnos como nos tratan”
Casi que
decir o escribir algo más sobra. Lástima que no es así.
A pesar de
la inmensa solidaridad que despertó en las redes sociales la digna respuesta de
Leonard Rentería, uno de los tantos Bonaverenses cansados de su tragedia, la
verdad es que todavía persiste en buena parte de la opinión pública de
Colombia, esa cierta indiferencia, esa cierta incomodidad por la protesta de
las personas del pacífico colombiano, debida quizás, a la constante
estigmatización racista y política, con la que un gran sector de la élite
centralista de Colombia, se refiere a esta zona del País, que es esa misma seudo
aristocracia criolla, representada por periodistas como Paola Ochoa, Ricardo
Ospina y demás congéneres de su casa periodística, que hacen eco de una minoría
que cree que el ombligo del mundo está en Bogotá, cuando no, a los pies del poder.
Foto de Contagio Radio |
La
respuesta de este gobierno, al igual que la de sus predecesores de derecha y de
extremo centro, ha sido la misma, más consejos de seguridad, más anuncios de
recompensas, de inversiones y más pie de fuerza. Hace cuatro años, hace veinte
años, hace cien años, las exigencias del pacífico a ese centro blanco de
Colombia, enriquecido a costillas del pacifico indio y negro eran y son las
mismas: techo, pan, salud, educación, trabajo, paz y vida, nada más, pero nada
menos, así lo constatan los historiadores al hacer mención en sus trabajos
acerca del pacifico: “Las regiones del litoral
pacífico experimentaron efectivamente un desarrollo al margen del país, … Los
asentamientos, casi exclusivamente negros, están distribuidos en caseríos y
pueblos pequeños o veredas alineados a lo largo de los ríos y constituidos por
parentelas, y dieron lugar a una organización cultural, social y política
original alejada de los esquemas elaborados por las sociedades coloniales – y
después independientes- del centro del país.” (Hoffman, 2007, pág.21) *
Pareciera ser que, salvo en
periodos de elecciones, a los que resultan ser elegidos, no en representación
de los indios, negros y mestizos campesinos del pacífico, sino de los poderosos
gremios de la producción, lo único que les interesa de estas gentes, es su apoyo,
sus votos y su aquiescencia para acabar de saquear las riquezas de los erarios
municipales y departamentales, pero sobre todo; para autorizarles a sus jefes
de Bogotá, Miami, Washington y Europa, la explotación de las riquezas naturales
de este incómodo, pero abundante pacífico y claro, ¿cómo no?; la autorización
para entrar por el moderno puerto de Buenaventura, dirigida al centro blanco,
aristocrático o de clase media que se cree igual; las mercaderías que les
permiten vivir bien y criticar la haraganería de los revoltosos del pacífico.
Cuatro años y lo único que
le interesa a algunos líderes y lideresas de opinión, es que puedan entrar al país
el calzado, la ropa, los electrodomésticos, la comida y demás chécheres que les
permita reafirmarse como gente bien, así sus tarjetas de crédito permanezcan en
aterrador saldo rojo, del mismo color de los trapos de la pobrecía, a la que
esas exportaciones ha dejado sin trabajo, los mismos trapos rojos de hambre de
los campesinos que salen a regalar sus productos a la carretera, el mismo rojo
de la sangre de los jóvenes del pacífico, que no han encontrado otro camino que
el de matar o ser víctimas de esos nuevos-viejos patrones y matronas del mal,
que encuentran en su enriquecimiento, la justificación suficiente para mantener
a 50 millones de colombianos y colombianas de espaldas al pacífico.
* Hoffman,
Odile, Comunidades negras en el pacífico colombiano, Innovaciones y dinámicas
étnicas, 2007, CONACYT (Méjico), Ediciones Abya – Yala, Quito-Ecuador, ISBN
978-9978-22-694-0 Recuperado de: https://digitalrepository.unm.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1038&context=abya_yala