“La primera víctima fue Eduardo Novoa. Le mocharon una oreja y le pusieron una bolsa en la cabeza. Después lo pelaron con espino. Gritaba que no lo mataran, le pegaban patadas y puñetazos, toda la cara se la partieron y nos decían: Miren, para que aprendan y vean lo que les va a pasar a ustedes. Luego lo tiraron a la cancha y le dispararon se demoró en morir”. Estos hechos ocurrieron en febrero de 2000. (INDEPAZ, 2009)[1]
Tal y como lo afirma la Comisión Colombiana de Juristas[2] en su texto titulado: Organizaciones sucesoras del paramilitarismo: “se puede empezar por afirmar que el paramilitarismo, en cuanto fenómeno social no desapareció de la sociedad colombiana con la desmovilización”, de hecho, la constatación de su permanencia ha sido evidenciada con asombrosa asiduidad por parte de las organizaciones defensoras de derechos humanos, nacionales e internacionales. Esta presencia, de conveniente bajo perfil, ha sido denunciada por comunidades a atemorizadas por su presencia alrededor de la minería ilegal, sus amenazas en contra del liderazgo social y la reivindicación de muchos asesinatos y masacres a lo largo y ancho del país, en los últimos años.
Imagen tomada perfil Twitter de Carlos Caicedo |
La presencia de estas camionetas blancas de alta gama, dizque para, hacer una protesta pacífica, también trae a la memoria, la misma protesta pacífica que llevaron a cabo algunos ciudadanos del sur de Cali...
Sin embargo, lo realmente preocupante, es la permanencia del fenómeno social de aceptación de su existencia, como una “supuesta necesidad” de seguridad, habida cuenta de la incapacidad demostrada de los gobiernos locales para enfrentar un fenómeno económico-militar que supera enormemente, su muy reducida capacidad de inteligencia militar y de recursos logísticos. De igual manera, la consumada política pública del gobierno uribista de Iván Duque, consistente en “Hacer trizas la Paz”, acabó por reforzar la justificación social del paramilitarismo.
Se puede afirmar entonces, que no es coincidencia el
súbito interés de la llamada gran prensa colombiana, de dar cubrimiento
exhaustivo a las notas sobre delincuencia que azotan a las ciudades y campos,
alegando que tal despliegue informativo, obedece a un muy discutible incremento
de la violencia y a las quejas de inseguridad que expresa la ciudadanía.
Valdría la pena revisar minuciosamente las cifras, puesto que algunas de ellas,
vienen señalando una disminución de los actos delictivos, tras el anuncio del gobierno
del Pacto Histórico de la pronta implementación de su política pública de Paz
Total, datos muy contrarios, a las alegadas estadísticas de los medios de
comunicación, hábilmente utilizadas como sustento de la percepción de
inseguridad, que la prensa en oposición esgrime como justificación para un
retorno a la mano dura de la Seguridad Democrática.
Así mismo, las recientes declaraciones de José Félix LaFourie,
líder del gremio ganadero de Colombia, de su esposa, la senadora uribista María
Fernanda Cabal y de otras autodenominadas personas de bien, en torno a la
organización de grupos de ciudadanos para defender el derecho a la propiedad
privada y a prevenir el supuesto fenómeno masivo de la invasión de tierras; señalan
la persistencia, al interior de un sector de la población, identificada
ideológicamente con la derecha, de una estrategia para “ legitimar, justificar y defender
tanto el paramilitarismo, como las relaciones de las fuerzas armadas con éste,
pasando por el narcotráfico y la ola de crímenes en nombre de una cruzada
anticomunista” ( Velásquez, 2007)[3].
La sola
posibilidad de una re edición de las oscuras noches de terror paramilitar,
deberían bastar para que la sociedad colombiana, se hubiera alzado en enérgico
rechazo a las imágenes de hacendados reunidos en intimidantes caravanas de
camionetas blancas de alta gama, con la presunta anuencia de autoridades
civiles y militares del Plato, departamento de Magdalena, haciendo control
territorial, desplazando, o mejor, suplantando a esas autoridades,
constitucionalmente obligadas a hacerlo, y que sin embargo, parecieran haber
preferido prevaricar, antes que exponerse al poder de estas gentes de bien.
La
presencia de estas camionetas blancas de alta gama, dizque, para hacer una
protesta pacífica, también trae a la memoria, la misma protesta pacífica que
llevaron a cabo algunos ciudadanos del sur de Cali, cuando, pistolas en mano,
también salieron a hacer patrullajes ciudadanos, para defender su derecho a no
protestar y de su propiedad privada. Las víctimas de estos patrullajes, todavía
siguen esperando por los fallos judiciales.
Imagen tomada de : La Nueva Prensa |
Los
actuales llamamientos a la auto defensa ciudadana, que hacen los voceros de la
derecha colombiana y que un reducido
grupo de sus seguidores se han apresurado a cumplir, prende todas las alarmas
de la sociedad, en torno a un regreso
oficial e impune del paramilitarismo, con el que, nuevamente se busca imponer “ (...) un “patrón criminal de apropiación de
tierras y territorios”, con el objetivo de imponer un modelo de desarrollo
rural basado en los megaproyectos, la ganadería extensiva y la agroindustria”
(CNMH, 2018)[4]
“Y
cuando las muertes ocurrieron en el marco de masacres con posteriores órdenes
de desalojo para los sobrevivientes, las personas tuvieron que huir y dejar
abandonados a sus muertos.” (CEV, 2022)[5]
[1]LOS
PARAMILITARES RESURGEN EN COLOMBIA. https://indepaz.org.co/los-paramilitares-resurgen-en-colombia/
[2]Organizaciones
sucesoras del paramilitarismo. P. 41. https://www.coljuristas.org/documentos/libros_e_informes/organizaciones_sucesoras_del_paramilitarismo.pdf
[3]Historia del paramilitarismo en
Colombia. https://www.scielo.br/j/his/a/tg74msZHyzjy6BMnmVCfjhn/?lang=es
[4] Paramilitarismo
Balance de la contribución del cnmh al esclarecimiento histórico. P. 130. https://centrodememoriahistorica.gov.co/wp-content/uploads/2020/01/PARAMILITARISMO.pdf
[5]Sufrir la guerra y rehacer la vida. IMPACTOS,
AFRONTAMIENTOS Y RESISTENCIAS. Págs. 27-28. https://www.comisiondelaverdad.co/sites/default/files/descargables/2022-07/Informe%20final%20Sufrir%20la%20guerra%20impactos.pdf