Por: Hernán Riaño
En sus últimos discursos en Chicago y la asamblea general de la ONU, el presidente Gustavo Petro denunció valientemente las corporaciones y gobiernos que causan los genocidios que estamos viendo en vivo y en directo en la franja de Gaza y que se extendió a otras regiones vecinas y el hecho de que el mundo va a permitir que el sionismo acabe con un pueblo entero.
Históricamente, las relaciones entre las naciones se han caracterizado por unas condiciones que tienen que ver más con la forma que con el contenido. Los famosos protocolos que se han impuesto se volvieron una trama de “obligaciones” que se han convertido en todo, menos en unas relaciones sinceras y que vayan en beneficio de toda la humanidad. Es más importante la forma de saludar, de caminar, el vestido que se lleva, la forma de sentarse y todo lo que tiene que ver con la apariencia y las formas que lo que se dice en cualquier encuentro entre mandatarios, ministros o representante de cualquier gobierno mundial.
En muchos casos, unos gobernantes o representantes de un régimen se ofenden por cualquier pequeñez y hay que hacer todo un proceso para desagraviar al “ofendido”, pero, contradictoriamente, muy pocas veces se le pone la atención suficiente y obligatoria a los planteamientos de quienes quieren informar, denunciar o proponer cualquier cosa para mejorar la naturaleza, la vida en el mundo y para sus habitantes. Esto ha sido así desde la creación de la Sociedad de las Naciones, preámbulo de la Organización de las Naciones Unidas ONU, con el agravante de que los países que más dinero tienen son los que ponen las condiciones de agenda, de veto y permiten o no que una propuesta avance y sea aprobada.
Países como los Estados Unidos de América, el Reino Unido, Francia, Israel y en los últimos tiempos Rusia y China son quienes “mandan la parada” en el tema de las relaciones internacionales, condenan, ponen sanciones y premian a quienes son de sus afectos políticos sin importar los efectos que estas acciones tengan en el planeta. El dinero y las armas son quienes definen qué se hace o no en el mundo.
En esta maraña de “formas” con ausencia casi total de contenidos importantes, se impuso la mentira, el engaño, el incumplimiento y cualquier forma de evitar cumplir con las decisiones de la ONU o cualquiera de sus organizaciones. Esas son las relaciones mundiales que no permiten el avance hacia una igualdad de los seres humanos y una mejora en su calidad de vida. El hambre, la miseria, los genocidios, la contaminación, el cambio climático y todos los males que aquejan a la tierra son impulsados por países que defienden a capa y espada a sus multinacionales y trabajan abiertamente para que éstas puedan enriquecerse cada día más.
Mentir, ocultar, confundir, incumplir y calumniar ha creado una forma de relación que genera desconfianza tanto entre los países como en el organismo internacional que hace muy poco o nada para que sus mismas resoluciones las cumplan y sean acatadas. La verdad está proscrita y quien la diga es condenado al ostracismo y al olvido. Los organismos de seguridad de los estados están por encima de la ONU y sus filiales y ellos, con sus gobiernos son los que deciden qué se hace y qué no.
Esta situación ha creado una realidad virtual que nos quieren imponer como cierta y real.
Para ello tienen todo un aparato de canales de televisión, radio, medios impresos y ahora redes sociales con inteligencia artificial, que le cuenta a los terrícolas solo lo que ellos crean que deben saber, de una forma distorsionada y mentirosa para defender sus intereses a costa de la salud y la vida tanto del planeta como de sus habitantes. La verdad real está plagada de genocidios, hambre, miseria e injusticias.
Por ejemplo, El cambio climático es una verdad que, por las evidencias, por lo que está pasando, ya no lo pueden ocultar, así encarcelen, silencien y hasta asesinen a los científicos que valientemente muestran el problema o a cualquier ciudadano que inicie una campaña para defender el planeta y denunciar a quienes están causando estos males.
A pesar de que todos los “líderes mundiales” saben desde hace tiempo y son conscientes de las dificultades que aquejan al planeta, se quedan callados y lo más grave es que no hacen nada para detener la destrucción del planeta y la raza humana, solo para que se enriquezcan los empresarios que están detrás de ellos y son sus patrocinadores. Por esto es que muchos países comenten genocidios y explotan a los otros países que son incapaces de defenderse, por las mismas condiciones que los primeros les pusieron.
Pero en los últimos meses el mundo ha visto otra forma de tratar los problemas en estos organismos internacionales por parte del señor presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro Urrego, y esta forma es decir la verdad, llamar a las cosas por su nombre, sin eufemismos y siempre de frente. En sus últimos discursos en Chicago y la asamblea general de la ONU, denunció valientemente las corporaciones y gobiernos que por un lado causan los genocidios que estamos viendo en vivo y en directo en la franja de Gaza y que se extendió a otras regiones vecinas y que el mundo parece que va a permitir, ojalá no, que el sionismo acabe con un pueblo entero. También hay otros genocidios “menos mediáticos” como los de Sudán, el Congo y otros países tanto de África como de otras latitudes. Son las mismas élites que están permitiendo y patrocinado la explotación irracional y delincuencial de los recursos naturales de diferentes regiones del planeta; acción que está causando los incendios que a diario también vemos en vivo y en directo en santuarios silvestres como la Amazonía. Esta situación ha sido alertada, desde hace muchas décadas por los científicos, líderes ambientales y naturalistas del mundo pero muchos de ellos, especialmente los segundos, son asesinados de forma inmisericorde por sicarios que les envían las multinacionales o los gobiernos cómplices. De hecho, ser líder y defensor ambiental se ha convertido en una de las profesiones más riesgosas del planeta.
Las condiciones reales de nuestro mundo, como las de vida, de la mayoría de sus habitantes y la del globo terráqueo en sí, ya no dan espera, como él lo ha dicho muy claramente en su último discurso ante diferentes foros internacionales.
En nuestro país, las derechas se ponen de lado de las corporaciones que están acabando con el planeta y sus habitantes. Varios representantes de este sector político tratan a Petro de mentiroso y loco por defender la vida tanto en nuestro país como en cualquier parte del mundo, demostrando que la vida de sus conciudadanos no les importa ni hoy ni nunca; de hecho, somos el país más desigual del mundo, con más muertes, desaparecidos, asesinatos de Estado (falsos positivos), desapariciones y desplazamientos. Miseria y hambre, a pesar de que el gobierno del cambio ha sacado en sus primeros dos años a un millón seiscientos mil personas de la miseria y trata, a pesar de la oposición de las derechas y del “centro”, de llevar alimentos, salud, una mesada pensional, educación y una vida más o menos digna a los más necesitados.
Lo demostrado por Petro es que se impone una nueva forma de relación entre las naciones basada en la verdad, para poder confiar el uno en el otro y entre todos salvar el planeta y a la humanidad. Basta ya de protocolos insulsos e innecesarios, llenos de mentiras, de ocultamientos, de complots. El tiempo se está acabando, muchos daños son ya irreversibles, como los asesinatos de más de 40.000 palestinos, muchos de ellos(as) niños(as) y la recuperación a su punto original de gran cantidad de regiones que ya no se pueden recuperar. Si esto no se logra estaremos ante una inminente autodestrucción.
Esta nota fue publicada originalmente en SoNoticias y compartida con la comunidad de La Conversa de Fin de Semana, gracias a la generosidad del periodista Hernán Riaño.
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