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LA VITRINA DE LA CONVERSA
lunes, agosto 28, 2023
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jueves, febrero 16, 2023
¿La reforma de salud del presidente Gustavo Petro podría ser considerada como un retroceso para Colombia?
Por: Juan David García
El pasado
lunes 13 de febrero, el gobierno nacional de Colombia, en cabeza de Gustavo
Petro, por medio de la ministra de salud, Carolina Corcho, presentó la
anunciada y polémica Reforma de la salud. Este proyecto de ley pretende
transformar importantes cuestiones sobre las EPS, los hospitales y en términos
generales, el sistema de salud que se ha estado manejando en el país desde 1993
en el marco de la famosa ley 100.
Registro de jornada de apoyo a la Reforma a la Salud. Tomada de Presidencia de Colombia @infopresidencia |
Este
proyecto de ley plantea un cambio significativo para la salud, puesto que en
gran medida, buena parte de la sociedad especula sobre la desaparición de las
EPS y un manejo administrativo y ejecutor
desde lo público, hecho que se ha convertido en una de las principales
controversias planteadas desde la oposición, expresada como reclamo por la
supuesta desaparición de las EPS por
falta de financiamiento por parte del Gobierno y el manejo que le podría
dar a la salud la clase política regional y local.
Sin
embargo, Petro ha aclarado las dudas con respecto a estos temas. Las razones
que da el presidente para este cambio parten desde las deudas de las EPS, que
ascienden hasta los 23 billones de pesos. Un déficit que no solo tienen las EPS
activas, sino que 7 billones de pesos corresponden a entidades que fueron o
están siendo liquidadas. Así mismo el gobierno señala que las EPS seguirán en
funcionamiento. Cabe aclarar que no se
crearán más de estas instituciones de la salud. También se deja en claro, que
el objetivo de esta reforma es volver a la salud un tema estatal. Por este
motivo, se anuncia la creación de Centros de Atención Primaria (CAP), los cuales tendrán prioridad sobre las EPS.
No se debe hablar de un retroceso, sino de una manera diferente de prestar un servicio que es vital para todos los habitantes y lo que se busca es que el déficit monetario en la salud deje de existir.
La
presentación de esta reforma de la salud aclara varias de las cuestiones e
inquietudes que se tenían sobre este tema, no obstante, también deja algunas
incógnitas y preguntas a futuro. La creación y planeación de las CAP nos deja
entrever que el Gobierno no quiere que exista un intermediario en los recursos
destinados para la salud, pero tampoco manifiesta claramente que pasará con las
EPS (empresa privada) en unos años.
Las ideas
ambiciosas de Petro en torno al sistema de salud colombiano dejan, sin embargo,
más incógnitas que proyecciones a futuro. En primera medida, la decisión sobre
el control de dineros que administren los gobernadores y/o alcaldes, no toma en
cuenta las múltiples investigaciones sobre la corrupción en el país,
especialmente en las entidades territoriales; un tema espinoso que se ha dado
por mucho tiempo en Colombia y que no da seguridad a la sociedad, sobre todo si
se habla de distribución de dineros públicos.
De igual
manera la puesta en funcionamiento de estos espacios de atención, también
plantean algunos interrogantes, puesto que, aunque la idea en papel esté
planteada, el financiamiento, el territorio y los profesionales de la salud necesarios
para materializar esta nueva red, siempre han sido temas difíciles de tratar en
el país.
También resulta necesario mencionar el hecho de que las EPS conforman un sistema mayoritariamente privado que funciona desde 1993 y que, aunque tiene deficiencias en la atención al público, también ha presentado aspectos positivos como su cobertura y funcionalidad a través de los años, tal y como lo señala una cifra de 97% de cobertura que tiene en el país. Si se toman en cuenta estos dos puntos como eje principal de evaluación, es posible creer que los colombianos podrían llegar a sentir que la reforma de salud que propone el gobierno de Petro es un cambio muy radical.
Sin
embargo, en palabras del gobierno de Colombia, no se debe hablar de un
retroceso, sino de una manera diferente de prestar un servicio que es vital
para todos los habitantes y lo que se busca es que el déficit monetario en la
salud deje de existir. Ahora, se espera que se perfeccione el sistema, pero
también, que se brinde una certeza en cuanto a los dineros que se distribuyen
para la salud.
¿La
reforma de salud del presidente Gustavo Petro podría ser considerada como un
retroceso para Colombia? Aunque aún no es posible tener una respuesta
definitiva, lo cierto es que esta pregunta es uno de los temas por los cuales
miles de colombianos han salido a marchar esta semana; algunos en contra, otros
a favor.
domingo, enero 29, 2023
lunes, julio 19, 2021
sábado, junio 26, 2021
sábado, mayo 01, 2021
VANDALISMO COMO NUEVO CLICHE DEL PODER
VANDALISMO COMO NUEVO CLICHE DEL PODER
Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-
Declarar que el lenguaje, también es un instrumento de
guerra, es lo mismo que descubrir que el agua moja o que el fuego quema. De
hecho, lingüistas, filósofos, sociólogos y profesionales de la comunicación
social, han desarrollado un amplio compendio de esta, no tan noble
característica del lenguaje, a través del estudio de la pragmática.Imagen tomada de: El Español Digital
Ya desde mediados del siglo XX, estudiosos del lenguaje como Austin, Wittgenstein, Kraus, entre otros más, ya venían analizando el uso del lenguaje como mecanismo social de manipulación del inconsciente colectivo, para alcanzar fines políticos de exaltación de supuestos valores patrióticos como la supremacía de una raza o clase, la defensa de la nación o la patria, e incluso de una idea o ideas de conveniencia para sostener el Statu Quo de quienes detentan, momentáneamente el poder, en una determinada sociedad.
A propósito de las recientes jornadas de protestas en
Colombia, con motivo del rechazo generalizado al proyecto de ley de reforma
tributaria, presentado a destiempo y mantenido a fuego y sangre por Duque en el
Congreso colombiano, vale la pena hacer notar cómo, efectivamente, desde hace
unos veinte años para acá, el uso del lenguaje como herramienta de guerra, ha
sido uno de los elementos principales de la estrategia para mantenerse en el
poder, utilizados por la derecha colombiana.
Rafael Núñez Florencio[1], en su reseña del ensayo
Lenguaje y Guerra de Kovacsics, plantea que: “…el medio de propaganda más eficaz del
hitlerismo no eran los discursos ni los símbolos, ni nada que se registrase a
nivel consciente, sino las palabras aisladas y expresiones que se repetían y se
terminaban por adoptar de forma mecánica e inconsciente.”, en ese mismo sentido, tal como lo
plantea Núñez, el uso de algunos términos, o mejor, adjetivos, para señalar,
etiquetar, descalificar, denostar o insultar a los adversarios políticos,
también ha sido una práctica acostumbrada por los poderosos en Colombia.Foto Facebook
Al empleo
denostativo de palabras como: “indio”, “negro”, “marica”,
“puta”, para referirse de manera ofensiva a una persona o para indicar
que su comportamiento no concuerda con el que se supone deben tener las
llamadas “Gentes de bien”, también se sumo la adjudicación de palabras, ya no
tan “vulgares” y más correctas, políticamente hablando, para señalar el
supuesto mal comportamiento de aquellas personas, salidas del esquema oficial
de conducta, impuesto por quienes han detentado y ejercido el poder durante
años recientes, tales como “Chusmero”, “pájaro”, “Guerrillo”, “comunista”,
“cachiporro”, “terrorista”, “traqueto”, “narco” o “narco-terrorista”.
En este mismo
orden de ideas, el uso repetitivo de unos nuevos términos, con una fuerte
intención política de descalificación social; ha permitido que esta acción
ilocutiva de la derecha, haya posicionado en el inconsciente colectivo de la
sociedad colombiana, expresiones como, “castro-chavista”, “mamerto”
y “vándalo”, como sinónimos o equivalentes de “terrorista”,
“guerrillero”, “comunista”, “satánico”, cuando son utilizadas para describir
a esos “indios”, “negros” o “guaches”, o cualquier otra persona, que se
empecine en demostrar su inconformidad de manera pública, bien sea, a través de
las redes sociales, prensa tradicional o, lo que es peor, protestando en la
calle.
Vándalo se ha
convertido en el más reciente calificativo, utilizado por la derecha, en su
estrategia comunicacional, para señalar a todas aquellas personas que
públicamente se rehúsen a ceñirse a los mandatos de un nuevo marco de
convivencia, convenientemente diseñado, no para la defensa de bienes, honra y
vida de TODOS los colombianos, sino para la defensa de los bienes, la honra y
la vida de unos POCOS colombianos, cercanos al poder. Se usa Vándalo y
vandalismo, para no usar Terrorista y terrorismo, debido a las fuertes
implicaciones jurídicas que usar tales calificativos, podría acarrear a quien
lo haga, sobre todo, en las cortes internacionales.
Imagen tomada de: El Periódico |
En todo caso, y
para concluir, es preciso retomar a Núñez, cuando, citando a Kafka, afirma del
uso del lenguaje como instrumento de guerra: “Cuando la palabra se convierte
en vasalla de la voluntad política, supeditada a unas decisiones establecidas
de antemano, su rol deviene “absolutamente accesorio y servil””. Amén.
[1] RAFAEL NUÑEZ FLORENCIO, Guerra y lenguaje- Adan Kovacsics, 28 febrero, 2008, tomado de: Guerra y lenguaje | El Cualltur