VANDALISMO COMO NUEVO CLICHE DEL PODER
Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-
Declarar que el lenguaje, también es un instrumento de
guerra, es lo mismo que descubrir que el agua moja o que el fuego quema. De
hecho, lingüistas, filósofos, sociólogos y profesionales de la comunicación
social, han desarrollado un amplio compendio de esta, no tan noble
característica del lenguaje, a través del estudio de la pragmática.Imagen tomada de: El Español Digital
Ya desde mediados del siglo XX, estudiosos del lenguaje como Austin, Wittgenstein, Kraus, entre otros más, ya venían analizando el uso del lenguaje como mecanismo social de manipulación del inconsciente colectivo, para alcanzar fines políticos de exaltación de supuestos valores patrióticos como la supremacía de una raza o clase, la defensa de la nación o la patria, e incluso de una idea o ideas de conveniencia para sostener el Statu Quo de quienes detentan, momentáneamente el poder, en una determinada sociedad.
A propósito de las recientes jornadas de protestas en
Colombia, con motivo del rechazo generalizado al proyecto de ley de reforma
tributaria, presentado a destiempo y mantenido a fuego y sangre por Duque en el
Congreso colombiano, vale la pena hacer notar cómo, efectivamente, desde hace
unos veinte años para acá, el uso del lenguaje como herramienta de guerra, ha
sido uno de los elementos principales de la estrategia para mantenerse en el
poder, utilizados por la derecha colombiana.
Rafael Núñez Florencio[1], en su reseña del ensayo
Lenguaje y Guerra de Kovacsics, plantea que: “…el medio de propaganda más eficaz del
hitlerismo no eran los discursos ni los símbolos, ni nada que se registrase a
nivel consciente, sino las palabras aisladas y expresiones que se repetían y se
terminaban por adoptar de forma mecánica e inconsciente.”, en ese mismo sentido, tal como lo
plantea Núñez, el uso de algunos términos, o mejor, adjetivos, para señalar,
etiquetar, descalificar, denostar o insultar a los adversarios políticos,
también ha sido una práctica acostumbrada por los poderosos en Colombia.Foto Facebook
Al empleo
denostativo de palabras como: “indio”, “negro”, “marica”,
“puta”, para referirse de manera ofensiva a una persona o para indicar
que su comportamiento no concuerda con el que se supone deben tener las
llamadas “Gentes de bien”, también se sumo la adjudicación de palabras, ya no
tan “vulgares” y más correctas, políticamente hablando, para señalar el
supuesto mal comportamiento de aquellas personas, salidas del esquema oficial
de conducta, impuesto por quienes han detentado y ejercido el poder durante
años recientes, tales como “Chusmero”, “pájaro”, “Guerrillo”, “comunista”,
“cachiporro”, “terrorista”, “traqueto”, “narco” o “narco-terrorista”.
En este mismo
orden de ideas, el uso repetitivo de unos nuevos términos, con una fuerte
intención política de descalificación social; ha permitido que esta acción
ilocutiva de la derecha, haya posicionado en el inconsciente colectivo de la
sociedad colombiana, expresiones como, “castro-chavista”, “mamerto”
y “vándalo”, como sinónimos o equivalentes de “terrorista”,
“guerrillero”, “comunista”, “satánico”, cuando son utilizadas para describir
a esos “indios”, “negros” o “guaches”, o cualquier otra persona, que se
empecine en demostrar su inconformidad de manera pública, bien sea, a través de
las redes sociales, prensa tradicional o, lo que es peor, protestando en la
calle.
Vándalo se ha
convertido en el más reciente calificativo, utilizado por la derecha, en su
estrategia comunicacional, para señalar a todas aquellas personas que
públicamente se rehúsen a ceñirse a los mandatos de un nuevo marco de
convivencia, convenientemente diseñado, no para la defensa de bienes, honra y
vida de TODOS los colombianos, sino para la defensa de los bienes, la honra y
la vida de unos POCOS colombianos, cercanos al poder. Se usa Vándalo y
vandalismo, para no usar Terrorista y terrorismo, debido a las fuertes
implicaciones jurídicas que usar tales calificativos, podría acarrear a quien
lo haga, sobre todo, en las cortes internacionales.
Imagen tomada de: El Periódico |
En todo caso, y
para concluir, es preciso retomar a Núñez, cuando, citando a Kafka, afirma del
uso del lenguaje como instrumento de guerra: “Cuando la palabra se convierte
en vasalla de la voluntad política, supeditada a unas decisiones establecidas
de antemano, su rol deviene “absolutamente accesorio y servil””. Amén.
[1] RAFAEL NUÑEZ FLORENCIO, Guerra y lenguaje- Adan Kovacsics, 28 febrero, 2008, tomado de: Guerra y lenguaje | El Cualltur