Nosotros votamos para que Gustavo Petro sea presidente por el periodo constitucional, lo respaldamos y así lo haremos hasta el final de su mandato, y creemos –al igual que él– que es suficiente para ejecutar los primeros pasos de un proyecto político de largo aliento.
Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos NavasEditor: Francisco Cristancho R.
Ponerse a tono con la actualidad del país luego de estar fuera, por poco o por mucho tiempo, no es del todo difícil para quien se dispone a escribir sobre nuestro infortunio compartido. Ahora bien, si el autor se propone difundir un hecho beneficioso para la colectividad o lo que se conoce como una “buena noticia” se verá en ascuas, pues nuestro acontecer nacional se asemeja a un péndulo: por mucho que se aleje siempre vuelve al mismo lugar.
Escribir esta columna en día domingo hace aún más difícil reportar alguna “buena noticia”. No es sino ojear los titulares de la prensa escrita para recordar que, por mucho que algunos queramos cambiarlo, seguimos en las mismas. Esculcamos hasta la página de sociales y todo en el intermedio, y nada encontramos para satisfacer nuestro propósito de contarles una buena nueva. No nos quedó alternativa distinta a escribir de lo de siempre, nuestra sempiterna destrucción.
Conviene referirnos, por ser de toda actualidad, a las reacciones de la godarria frente a cualquier iniciativa de diálogo político en el país. Critican, con toda la libertad y amplitud que les permiten los dueños de micrófonos e imprentas, las asambleas ciudadanas presididas por el jefe de Estado y acompañadas por los ministros del gabinete, eventos que califican de “derroche” y de “propaganda” aun cuando en estos los asistentes pueden expresar sus preocupaciones o peticiones al gobierno, en un acceso sin intermediarios que antes estaba reservado a aquella élite que no resiste la idea de un presidente al servicio de los ciudadanos.
En igual sentido, un rechazo cerrado –y en buena parte irreflexivo– ha encontrado la propuesta de algunos congresistas del Pacto Histórico de convocar a una asamblea constituyente, pues en su opinión la actual Carta Política es óbice para una transformación que ellos estiman inaplazable. Como bien lo han expresado el presidente y varios ministros, la postura de estos parlamentarios no representa la visión del mandatario ni la del gobierno, pero no por ello deben ser acallados ni estigmatizados como lo han pretendido algunos opositores. Nosotros votamos para que Gustavo Petro sea presidente por el periodo constitucional, lo respaldamos y así lo haremos hasta el final de su mandato, y creemos –al igual que él– que es suficiente para ejecutar los primeros pasos de un proyecto político de largo aliento. Así moleste a unos cuantos y a casi todos los mandamases del país, la izquierda colombiana tiene vocación de poder y buscará permanecer en el ejecutivo en 2026 o retornar a él en las elecciones que le sucedan, porque ese es el juego en democracia: unas se ganan, otras se pierden, todas se pretenden.
Así como no encontramos virtud en la reelección, hallamos del todo necesaria una nueva regulación, bien constitucional o legal, de las funciones y procedimientos del Congreso de la República. Germán, quien hizo parte de esta institución por más de veinte años, puede dar fe de las serias deficiencias y abundantes trampas que amparan –e incluso promueven– las normas vigentes. La laxitud con los congresistas ha quedado descubierta por completo en el trámite de las reformas sociales: está más protegido por la ley quien se ausenta para ir a una parranda o a tomar tinto en el salón adjunto del Elíptico que aquel que asiste a toda la sesión desde su curul como es debido. El desorden que se observa en cualquier transmisión del Canal Congreso excede la falta de decoro y es indicativo de la falta de rigor y técnica que aqueja al poder legislativo. Es hora de reformar el Congreso.
Adenda: viajar en avión ha dejado de ser un hecho ansiado y se ha convertido en una tortura ineludible. Por experiencia de uno de los autores, quien padeció los malos tratos de una conocida aerolínea española y tuvo que resistir la desidia de sus funcionarios, nos queda una conclusión: entre Colombia y España no queda opción decente para viajar y dado que es imposible cruzar el Atlántico en barco, nada podemos hacer para evitar esta ordalía. Solo o acompañado, por turismo o negocios y en cualquier clase, si quiere ahorrarse el envejecimiento prematuro y prefiere no amargarse el viaje desde el principio le sugerimos abstenerse de volar con Iberia.
Texto originalmente publicado en SoNoticias y compartido con la comunidad de La Conversa de Fin de Semana gracias a la generosidad del periodista HERNAN RIAÑO
Las opiniones de los columnistas son de su exclusiva responsabilidad. Les invitamos a leer, comentar, compartir y a debatir con respeto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
POR FAVOR OPINE SOBRE LOS ARTICULOS o envie su comentario a : ottroz69@gmail.com