Imagen de Fotograma de video: El tiempo, el implacable, el que pasó de Pablo Milanés, tomada de: https://www.youtube.com/@Selofisido |
Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com –
El tiempo, el implacable, el que pasó, siempre una huella
triste nos dejó [1].
El lío, Pablo; es que ya son muchas, muy seguidas y muy tristes, estas huellas
que nos están dejando esos grandes amigos que no conocimos y que se nos están
yendo, como tú.
Desventurado despertar, el de este día de santa Cecilia, aunque
previsible, por causa de tu enfermedad. Tus amigos desconocidos, aún aguardábamos,
con esa agnóstica y desesperada fe, a que ocurriera el milagro de tu sanación y
¿por qué no? El de tu eternidad. Ni santa Cecilia, ni mucho menos, tu
enfermedad, oyeron nuestras vergonzantes súplicas, por el contrario, se
pusieron de acuerdo con el tiempo, el implacable, para llevarte y volverte
exclusivo de ellos.
Calamitoso día de santa Cecilia, este 22 de noviembre del 22.
Doña Parca no tuvo empacho alguno, para extender su manto, arroparte con el
eterno sueño y dejarnos desprovistos de la magia de tu alma, de tu mente, tus
manos y tu voz. Jodida muerte. Egoísta, acaparadora e irresponsable muerte.
¿Cómo es posible que quieras para ti solita a los mejores? ¿Cómo puede ser que
nos condenes a este vulgar ruido de naderías y vulgaridades, a la que ahora
llaman música?
Nos volvimos viejos Pablo y no fuimos capaces de hacer la tarea de preservar tu obra, de hacerla grande, de hacerla universal, ni siquiera, cuando con voz esperanzada en esta Latinoamérica de Bolívar y Martí, nos decías que Lo que brilla con luz propia nadie lo puede apagar, Su brillo puede alcanzar la oscuridad de otras costas [2]. Tu obra y tú lo lograron, nosotros te dejamos solo, para dedicarnos a engendrar esas otras cosas que ni siquiera tuvieron que existir.
Muchos de tus amigos desconocidos, nos sentimos abandonados y con miedo de que esa deslumbrante magia de letras y de músicas que te inventaste con Silvio, con Noel, Eduardo, Sergio, Leonardo, Emiliano, Pablo Menéndez, Sara y Amaury, termine reducida a las ocasionales nostalgias de viejos anacrónicos, perdidos en el océano del ruido, o peor, del estridente silencio de lo comercial, que aspira a durar en las mentes del mundo, siquiera unos 30 segundos, que aseguren los miles de dólares para esos zombis musicales que engendramos y criamos.
Si. Esto es una rabiosa diatriba. No contra ti, Pablo, ni
contra Soza, Spinetta, Cohen, Ceratti, Mercury, Watts, Manzanero, Gal, Durst,
Juan Gabriel, Bennington, Amy, Kurt o muchos amigos más; es una diatriba en
contra de esta generación nuestra, incapaz de seguir produciendo milagros como
los de ustedes. Una generación que se deslumbró con la Nueva Trova, que se la
aprendió, que la cantó y que ahora la nostalgia, pero que es complaciente con la
lumpenización del arte, en aras de una insoportable corrección política,
paridora de esperpentos musicales, incapaces de valorar la dignidad de las
mujeres, los trabajadores o de un pueblo.
En fin. Qué vergüenza contigo Pablo. Expresamos nuestro
dolor de distintas formas. La de este humilde escribidor, de muy deficiente
prosa, es esta, llena de un sentimiento confuso en el que se entrelazan la
nostalgia, la tristeza (que no son lo mismo), la impotencia y el miedo. Si, el
miedo, porque a los aspirantes a viejo, como el autor de estas notas; la
proximidad de la muerte nos descompone, mucho más, cuando los ídolos de nuestra
niñez y juventud, se empiezan a apagar y abandonarnos muy de seguido,
señalándonos, de paso, que el tiempo pasa... y nos volvimos viejos.
Gracias Pablo.