Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-
Nadar contra la corriente, ir en contra vía, llevar la contraria o defender una postura opuesta a la de la inmensa mayoría, es en ocasiones, el difícil papel de los opinadores. No obstante, correr el riesgo de la impopularidad a veces es necesario, con tal de poder presentar un punto de vista distinto, diferente y/o en contra de los deseos mayoritarios, que permita enriquecer el debate y así, lograr una mejor aproximación a lo correcto, lo justo o a la verdad.
En torno a esta vieja aspiración separatista, de un buen número de lideres y lideresas de la zona norte del Cauca, de conformar una nueva entidad territorial, compuesta por los municipios del norte del departamento; se han venido acumulando una importante cantidad de consideraciones a favor (la mayoría) y también en contra. Esta posibilidad de crear un nuevo departamento, ha sido una idea que ha venido calando paulatinamente en el inconsciente colectivo de las comunidades de esta zona del departamento, ya en el pasado, se han presentado propuestas y hasta proyectos de ley en este sentido. (ver: Tanto va el cántaro al agua… hasta que al fin se hace departamento – Proclama del Cauca)
Al revisar las cifras socioeconómicas del departamento del Cauca, es claro que los niveles de pobreza, atraso, exclusión, violencia y muerte han sido un triste acumulado histórico de la dirigencia político-administrativa de los gobernantes departamentales y locales que han desfilado por la gobernación y las alcaldías de esta zona del suroccidente colombiano. De nada le ha servido al Cauca ser uno de los departamentos con un buen número de expresidentes, Vices, designados y presidenciables, como tampoco le ha servido el hecho de que su capital se ufane de tener una noble prosapia, apenas comparable con la de las gentes de bien cartageneras y bogotanas, en el supuesto de que el abolengo le pudiera servir a la mayoría pobre de indios, negros y mestizos.
Ante este acumulado histórico de fracasos sociales y económicos del Cauca, resulta apenas natural que, un buen número de voces (mayoritariamente de la clase política), se hayan dado a la tarea de hacer notar la necesidad de buscar una salida urgente y “práctica” al actual estado de cosas que padecen los caucanos, el cual, según estas mismas voces, se debe al exagerado centralismo de la clase política payanesa y bogotana, que ha desconocido a lo largo del tiempo, los inmensos aportes económicos y sociales que ha ofrecido el norte del Cauca, para el mantenimiento de las arcas departamentales y nacionales.
En este mismo sentido, la proximidad geográfica y hasta administrativa con la ciudad de Santiago de Cali, capital del departamento del Valle del Cauca, territorio con el que se comparten geografía y costumbres, también son elementos señalados como razones para la creación del nuevo departamento, según reclaman los voceros independentistas.
Así las cosas, parecería apenas obvio, que el paso a seguir, por parte de la “dirigencia” Norte caucana, sería el de avanzar en la estructuración de un proyecto de ley que, soportado en las necesidades, el contexto, la historia y el actual marco jurídico colombiano, pudiera dar vida a una nueva entidad territorial. Sin embargo, antes de lanzarse a la aventura separatista, valdría la pena reflexionar sobre algunas cuestiones históricas y sociales, dejadas de lado por los entusiastas promotores del nuevo departamento y que se presentan a manera de preguntas a continuación.
¿Cuál ha sido el peso específico del potencial electoral norte caucano, a la hora de haber elegido los gobernadores y congresistas del Cauca, a lo largo de su historia? ¿A caso los votos decisivos para las gobernaciones y para el congreso no salieron del norte del Cauca? ¿Cuál ha sido el papel de los congresistas y diputados elegidos por el norte del Cauca, a la hora de hacer valer las potencialidades, aportes y derechos de esta zona, durante la distribución de los presupuestos departamental y nacional? ¿Hasta qué punto la institucionalidad empresarial del norte del Cauca estaría más cómoda con un nuevo ente territorial proclive a más exenciones fiscales provistas por las Zonas Económicas Especiales obtenidas y ofrecidas por los voceros independentistas? ¿Serían suficientes las rentas para mantener la nueva burocracia? ¿Qué tipo de mejores experiencias administrativas, sociales, fiscales y de bienestar han alcanzado las nuevas entidades territoriales creadas en el norte del Cauca? ¿Se han mejorado los niveles de prosperidad, seguridad y de vida de las comunidades con estas experiencias de independencia regional? ¿Quiénes han estado y están detrás de esta nueva intentona independentista? ¿Ya se hizo la consulta a las comunidades? ¿Cuál ha sido el gran aporte de Amunorca? ¿A caso sirve Amunorca?
Los mecanismos jurídicos para la integración regional, que permiten presentar proyectos regionales en infraestructura vial, ambiental, sanitaria y hasta económica han estado a la mano desde hace tiempo, de hecho, la solución al problema de la disposición final de los residuos de Santander de Quilichao, pasa por la estructuración de una propuesta regional, así que, la mencionada integración regional del norte, no se ha dado, a pesar de la creación de Amunorca, entidad supuestamente diseñada para tal fin, por la llamada falta de voluntad política o la ineficiencia de los actores político-administrativos.
Si bien es cierto que la Constitución de 1991, posibilita la materialización del sueño del Doctor Carlos Gaviria (Q.E.P.D) alrededor de un nuevo ordenamiento territorial y cultural de Colombia, también lo es, el hecho de que esta propuesta, se ha convertido en una especie de comodín electoral, utilizado convenientemente, por la clase política tradicional del Cauca, cada que se aproximan las elecciones regionales y locales o cada que sufren algún revés electoral que los deja por fuera del poder ejecutivo y/o legislativo, así como de la torta presupuestal y burocrática en Popayán y Bogotá.
Aunque las razones y las ventajas de constituir una nueva entidad territorial del norte del Cauca, se muestran como contundentes, todavía habría que evaluar y re evaluar aspectos coyunturales como el problema de la posesión, propiedad y uso de la tierra, el conflicto armado interno, pero, sobre todo, el asunto político – electoral, para poder determinar la conveniencia en el tiempo, de optar por la vía separatista, como salida al estado de atraso y exclusión percibido por un buen número de norte caucanos; no vaya y sea que, una vez más, caigamos redonditos a causa de las trampas del separatismo.
En ocasiones el remedio puede resultar peor que la enfermedad. Amanecerá y ojalá podamos ver.