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En la imagen Luis Valcke- gerente Emquilichao ESP y Lucy Guzmán - alcaldesa Santander de Quilichao, tomada de: Portal Las 2 Orillas |
Vale la pena, una vez más, llamar a la sociedad Quilichagüeña a oponerse, con decisión, a la entrega del patrimonio de todos a manos privadas, las cuales, probablemente patrocinaron las campañas de quienes hoy están en el gobierno.
Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-
Aunque las notas de esta columna de opinión fueron escritas
hace un año; las recientes denuncias públicas en torno al inicio del proceso de
privatización de la empresa de servicios públicos de recolección de basuras,
alcantarillado y distribución de agua potable de Santander de Quilichao:
EMQUILICHAO ESP, realizadas por miembros del Concejo municipal de esta localidad
norte caucana, hacen conveniente, reiterar este llamado de atención-denuncia,
entorno a la entrega del patrimonio público a particulares.
Más allá de mi pública oposición a la forma de hacer
política y de gobernar que caracteriza al grupo político del ex congresista
caucano, Carlos Julio Bonilla y el ex alcalde Eduardo Grijalba, nuevamente al
mando de la alcaldía municipal de Santander de Quilichao, a través de su actual
alcaldesa; me mueve un histórico compromiso por la defensa de lo público,
desarrollado desde ya hace más de treinta años, el cual me ha permitido ir
constatando la permanencia histórica, de unas estrategias seguidas por todos
los gobiernos, a la hora de emprender procesos de privatización de las empresas
públicas de cualquier orden.
El manual de instrucciones impuesto por la banca internacional
(Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de
Desarrollo, etc.), desde antes del famoso consenso de Washington, por allá por
las épocas previas al alzhéimer público de un presidente de Colombia, le
ha ordenado a los gobiernos nacionales, departamentales y municipales,
una serie de pasos necesarios para acometer la entrega de las empresas del
estado a manos privadas, a partir de la generalización malintencionada, según
la cual todo lo público es corrupto y todo funcionario es un ladrón,
razón por la cual, es necesario entregarle el patrimonio de todos y todas a las
impolutas manos del sector privado.
En este orden de ideas, este mito de la tecnocracia mundial,
indica que, en aras de la eficiencia económica, el Estado para lo único que
sirve es para cuidar los bienes de quienes pueden tenerlos y para cobrar los
impuestos que permitan darle a la pobrecía unos mínimos, muy mínimos;
suficientes para que sigan produciendo. Por lo tanto, el manejo de las empresas
del sector público debe estar bajo la dirección de serios empresarios y muy
eficientes técnicos, sobre todo, si la empresa pertenece al sector de los
servicios públicos de cualquier índole (energía, acueducto, saneamiento,
comunicaciones, gas, petróleo, educación y salud). Eso nos vendieron y eso
compramos.
Pero antes de llegar a ese final feliz de la confianza
inversionista, el administrador público (gerente de empresa, alcaldesa,
gobernador, ministra o presidente), debe dar unos pasos previos, para convencer
a la pobrecía sobre las bondades de entregar su patrimonio a manos
particulares. Lo primero es marchitar la empresa, mediante la instalación de
las llamadas nóminas paralelas (botín de los politiqueros), la tercerización de
algunas labores de la empresa y la inversión inútil en infra estructura y/o
publicidad. Una vez alcanzada esta etapa, conviene nombrar a amigos o clientes
electorales en la dirección, si no fieles escuderos de campaña y copartidarios,
por lo menos bien recomendados por el doctor o doctora congresista, si no tiene
idea del cargo mejor. El comienzo del fin.
Ya en esta etapa, el flamante nuevo gerente o gerenta,
director o directora, tiene patente de corso para nombrar a las cuotas de los
políticos de la coalición y, claro, a sus amigotes y amigotas, asegurándose que
tengan el “perfil técnico” que se necesita, de modo que los informes queden
bien maquillados y que las cuentas queden más o menos claras. Paso seguido, se
debe remodelar las instalaciones administrativas, arrendar un edifico o
construir uno nuevo. A continuación, se recomienda hacer un cambio de imagen
institucional, para lo cual se contratan estudios y asesores amigos, de igual
manera se deben contratar estudios técnicos para todo y se debe montar una
plataforma de atención al público, a cargo de un call center de
un doctor o doctora amiga. Lo del servicio; eso es lo de menos.
Cuando se llega a este estadio, se observa el paulatino
marchitamiento de los equipos y de las obras que estos ofrecen, no hay
presupuesto para el mantenimiento o la reposición ni mucho menos, para
inversión en la empresa, por lo que es necesario contratar un estudio de
viabilidad técnica y financiera de la empresa que recomiende su intervención
y/o liquidación, entrega en concesión o venta, entre tanto el servicio prestado
es deficiente y caro. El usuario, mal. Gracias.
La receta es más o menos la misma, las advertencias han sido
las mismas, e incluso la incredulidad y el olvido siguen siendo los mismos, así
lo hemos atestiguado en la costa norte colombiana, con el servicio de energía y
de acueducto, así lo vimos con las telecomunicaciones, los combustibles, la
salud y el gas, las rentables empresas del estado fueron marchitadas y luego
regaladas a los patrocinadores de los políticos, para que las quebraran y las
volviéramos a reconstruir, para entregárselas una y otra vez en un odioso
circulo vicioso, en el que siempre pierde el bolsillo, la salud y la vida del
ciudadano de a pie. Es en este marco en el que Quilichao vive bajo la amenaza
de la privatización.
Ante este repetido proceso de privatizaciones, vale la pena,
una vez más, llamar la atención de la sociedad Quilichagüeña, para que esté
atenta, ya no a detectar las señales del marchitamiento de sus bienes, que ya
han ido empezando, sino a oponerse con decisión a la entrega del patrimonio de
todos a manos privadas, las cuales, probablemente patrocinaron las campañas de
quienes hoy están en el gobierno.
Quejas y quejas del encarecimiento de los servicios
prestados por EMQUILICHAO, el preocupante estado de sus equipos de recolección,
el deplorable estado de los parques y zonas verdes a su cargo, el lio de la
Galería municipal y el espacio público a cargo de la recién creada
MERQUILICHAO, flamante empresa municipal, “estrenadora” de instalaciones
administrativas y sin saberse aún el futuro del relleno sanitario o del borroso
terminal de transportes, todos ellos en principio quilichagüeños, pero ya
rondados y hasta ofrecidos en concesión a los amigos y amigas del sector
privado.