Colombia entre el romanticismo comunitario y el
fascismo individualista
Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-
Por estos días de conflictividad social, en los que la
indignación, pero sobre todo el desespero que expresan las mayorías en calles,
carreteras y redes sociales, ha puesto en evidencia la verdadera realidad de
Colombia, de cantidades inmensas de ciudadanos empujados sin remordimiento
alguno hacia la pobreza y la miseria, con tal de mantener la confianza
inversionista y las groseras ganancias del empresariado amigo del uribismo, se
ven a sus voceros, los de los gremios, en noticieros, informativos y hasta programas de variedades de radio,
televisión e internet, llamando, ahora sí, a la búsqueda de consensos y de
solidaridad, con ellos, los gremios; por parte de la comunidad hambrienta y
desesperada que protesta.
Imagen Paro nacional Colombia 2021 de CLARO |
La cosa, descrita así, no debería pasar de una
irritante anécdota protagonizada por los voceros de la institucionalidad gremial.
El problema con estos llamados a la solidaridad y a los acuerdos, es que éstos
se hacen junto con la manipulación oportunista de las llamadas encuestas de
opinión, a partir de la alteración de la verdad, por medio de piezas de propaganda
oficial, hecha y difundida por los medios amigos del uribismo, en las que la
justificada indignación y la constitucional protesta de la ciudadanía, termina
siendo señalada como la culpable de todos los males de la nación.
La estrategia de tergiversación de la realidad social
que padecen la mayoría de los colombianos, siempre ha tenido como finalidad, la
construcción de un relato social, artificialmente consensuado, en el que lo
realmente importante, es mantener una normalidad, así sea la mal llamada nueva
normalidad de la peste, en la que a toda costa se debe resguardar, ya no la
integridad física de la sociedad en su conjunto, sino la integridad del
mercado, especialmente el sector comercio de la economía, para lo cual, el
sacrificio mayor, incluso el de la vida misma, debe ser puesto por el ciudadano
común, confiado depositario de las libertades de movilizarse, pero sobre todo
de comprar, así no tenga con qué.
Dentro de esta lógica del mercado, situaciones de
dislocación de la nueva normalidad de consumo, tales como la protesta social y
las interrupciones de la movilidad, ponen en serios aprietos a poderosos
sectores de la economía, que ven como su grosero incremento de ganancias, se ve
interrumpido por la acción aleve, según ellos y algunas ellas, de vándalos
desadaptados, que se rehúsan a mal vivir en el mundo de ensoñación consumista
al debe, que gobierno y medios les venden y les imponen a través de las redes
masivas de información.
Ya en este punto, en el que las mayorías de viejos y
nuevos pobres, se han dado cuenta de la verdadera realidad económica, en la que
la prosperidad es patrimonio exclusivo de unos pocos y la miseria es
socializada entre las grandes mayorías, es en el que, de manera desesperada, la
elite corporativista que gobierna Colombia, acude a la reconstrucción de su
relato de búsqueda de consensos y de solidaridad, no necesariamente en búsqueda
de más y mejores oportunidades y garantías de bienestar para todos, sino de más
y mejores garantías de mantener el esquema en el que unos pocos siguen siendo
beneficiarios de todas las gabelas del estado, a costa de la salud, la
educación, el empleo y el buen vivir del resto de la sociedad.
Ante la imposibilidad de seguir con el meta relato del
enemigo nacional del castro chavismo, o de un todo poderoso Gustavo Petro, como
maestro titiritero del mal, tanto gremios como su gobierno, se han dado a la
tarea de la construcción de otra narrativa en la que, el nuevo enemigo termine
siendo la protesta social, que socaba las libertades del individuo y atenta
contra el bienestar general, un enemigo de múltiples cabezas, pero que se
pueden personalizar en los vándalos de primera y segunda línea, ahora
declarados objetivos de alto valor para las FF.MM. y las auto defensas
ciudadanas.
Imagen: Indígenas son atacados por ciudadanos armados del sur de Cali durante protestas 2021. Perfil Facebook. |
Si bien es cierto que a la hora de escribir estas notas, ya se vienen dando, así sea a marchas forzadas, los primeros pasos para el esperado encuentro entre el gobierno nacional y las distintas expresiones de la protesta social, la desconfianza que siente la mayoría de los colombianos hacia la institucionalidad gremial y estatal, así como la intransigencia de sectores de la ultra derecha en el poder, no han permitido que se avance en la ruta de una negociación, en la que las justas reclamaciones de millones, acompasen el desaforado deseo de ganancias de unos pocos.
Este desencuentro no es cosa diferente que la
expresión pública de una vieja contradicción social, no solo presente en
Colombia, sino en muchas otras latitudes, en la que se enfrenta el romanticismo
social alrededor de lo realmente comunitario y el individualismo extremo,
devenido en la justificación del fascismo como mecanismo para mantener los
privilegios de una minoría. Tal cual.
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