¿RECONCILIACION
O UNANIMISMO?
Foto tomada de: http://occidente.co/puntos-claves-en-nuevo-ciclo-de-dialogos-en-la-habana/
Más allá de la efervescencia y el
calor producidos por las maravillosas noticias venidas desde La Habana, Cuba,
acerca de los diálogos entre El Gobierno de Juan Manuel Santos y la Guerrilla
de las F.A.R.C. – E.P., hay que llenarse de una optimista pero sabia mesura.
Contrasta la alegre expectativa que
despierta la declaración conjunta entre
el gobierno Nacional y la guerrilla, con el particular ambiente
proselitista reinante en Colombia, previo a las elecciones de autoridades
locales del próximo 25 de Octubre. Para nadie es un secreto que la polarización
política reinante, ha sido promovida hasta más no poder, por sectores de la
extrema derecha de nuestro país, dirigida y encarnada por su epítome, el H.
Senador Álvaro Uribe Vélez. Es claro que las campañas electorales no han salido
incólumes de esta polarización. Nuevamente las fuerzas políticas; se alinean
entre quienes están a favor del proceso de paz colombiano y entre quienes no
están de acuerdo o no lo comparten en su totalidad. Hasta allí; santo, bueno y
democrático, sin embargo, a pesar de que
se habla de posconflicto y de reconciliación nacional, se siguen poniendo trabas, se desinforma y se
miente. Quienes no comparten el dialogo entre gobierno y guerrilla; avivan
sentimientos de odio, claman retaliación o venganza disfrazadas de justicia y a la
vez denuncian persecución política.
Se habla en todas las campañas del
“posconflicto”, muestra de ello son; los innumerables foros, conversatorios,
conferencias o encuentros que se realizan y a los que acuden todos y todas las
candidatas en contienda. Se habla, se discursea, pero de propuestas realizables
desde las regiones; más bien poco, es posible que esto se deba a la poca
información que sobre el tema, tiene el pueblo colombiano así como los y las
candidatas, con notables y muy contadas excepciones. Falló la pedagogía que
prometió el Gobierno Nacional y que se quedó en el lanzamiento farandulero de
la famosa: “Catedra de La Paz”
Claro
que es necesario emprender
caminos de reconciliación, de la solución dialogada de todos los restantes
conflictos económicos y sociales que aún padecemos, los colombianos y
colombianas de a pie, los que vivimos del fiado y recibimos bienestar en
cómodas cuotas mensuales. Es obvio que necesitamos aprender a respetarnos los
unos y los otros y las otras, con eso que se llama tolerancia y pactar las
nuevas reglas de convivencia familiar, escolar o ciudadana, pero ese camino de
la nueva ciudadanía, no puede ser camisa de fuerza para evitar el disenso, el
debate, la oposición o el no acuerdo, lo que se necesita es empezarnos a
reconocer diferentes, en género, diversidad sexual, etnicidad, cosmovisión e
incluso en afinidad política.
Aún nos queda mucho trabajo para
alcanzar una Colombia con oportunidades, libre de exclusión social y económica,
una Colombia sin prejuicios ni inequidades, falta un gran trecho para cambiar
las estructuras político-económicas tradicionalistas, que desde hace más de
doscientos años de vida republicana, nos han hecho transitar por caminos de
odios y violencia.
¿Perdón y olvido? El alzhéimer
comunitario de Colombia, ha permitido que las y los mismos, cada cuatro años,
vuelvan una y otra vez a los círculos del poder local, regional y nacional, con
toda su carga de clientelismo, corrupción y violencia y sigan imponiéndonos el
estado de cosas que las mayorías sufren, pero que aceptan estoicamente, eso sí,
de manera unánime, lo único que ha cambiado es la manera en que esos y esas,
que le ponen palos a la rueda de la paz, ahora se han vuelto vergonzantes de su
oscuro pasado político y hasta de su nombre y se camuflan en alianzas con los
sectores que permitieron su ascenso al poder en el pasado reciente y que en un
afán electorero; ahora llaman a sus filas a sus no tan antiguos contradictores,
estoy hablando del “uribismo”, ahora en llamativa connivencia con el
liberalismo en el Cauca, asaltando de paso, la “buena fe” de una y uno que otro
despistados, que pretenden seguir con nuestra comunitaria y endémica falta de
memoria, creando artificiales separaciones entre la política local y la
nacional.
Insisto, lo que no se puede perder de
vista, es el objetivo mayor; ese bien deseable llamado Paz, eso sí, en un
ambiente de saludable discusión. No
podemos confundir la reconciliación con el unanimismo, tampoco podemos dejarnos
engañar por los cantos de sirena de quienes por un lado; pintan la prosperidad
democrática como ríos de miel, de calles adoquinadas con chocolates y rondas
eternas con colombianos y colombianas agarradas por las manos, y quienes, desde
la seguridad democrática; ven el proceso de paz como el resultado de una
frenética lluvia de bombas y de balas y extensos campos de fosas comunes y
filas de eternos desplazados sin nombre. No son ellos, los de siempre, los
llamados a construir el posconflicto, es el pueblo del común, el que vota y
paga impuestos, quien debe emprender este otro camino, que tenemos que
pensarnos y construir entre todos y todas, respetando eso de ser y pensar diferente al
establecimiento bipartidista, que aunque disfrazado con otros nombres, pretende
seguir estando en el poder.
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