Por: Hernán Riaño
Porque no es solo la
clase media, que por aspirar a ser de “la alta”, está en la tónica de defender
al opresor; son personas de una condición muy humilde quienes son los que más
los defienden.
Termina un año muy esclarecedor para el país y su futuro,
marcado por muchos temas que en otras épocas de nuestra historia ni siquiera
conocíamos ni mucho menos se trataban. Dejó en claro muchas cosas, develó
muchos secretos muy bien guardados y mostró, crudamente, el cómo se había
manejado Colombia y quiénes se habían apoderado de ella sin derecho y a sangre
y fuego, literalmente hablando.
En los últimos años se ha informado sobre el despojo de
tierras a los campesinos pobres por parte de los terratenientes feudales,
usando a los paramilitares para ello. Solo hasta el 2.022, con ayuda de la JEP
y el actuar del presente gobierno, empezaron a decantarse esas verdades.
Comandantes paramilitares como Mancuso y muchos otros contaron ante los
tribunales su forma de actuación y de quienes recibían esas órdenes, además del
testimonio de militares activos y en retiro que informaron como era su articulación
con los “paras” y el cómo se inventaron los mal llamados falsos
positivos para obedecer a un gobierno en específico que quería mostrar
resultados con su política de “seguridad democrática”.
El país ya lo sabía, pero por arte y magia de los grandes
medios de comunicación, como en una novela de García Márquez, convencieron a
los colombianos que eso era una fábula y que aquí no pasaba nada. Solo con el ejercicio de la Jurisdicción
Especial para la Paz, La Comisión de la Verdad, algunos periodistas que, si han
investigado los hechos y funcionarios honestos del gobierno liderados por
Gustavo Petro, se empezó a armar ese rompecabezas macabro de poder y muerte.
Hoy muchos militares y exmilitares están investigados, condenados y en prisión
por esas atrocidades. También empezamos a saber de grandes empresarios
vinculados y financiadores de esos grupos irregulares, inclusive
multinacionales que ya están siendo investigadas y sus ejecutivos citados a
rendir cuentas.
Pero eso no es todo, el país comenzó a entender las
verdaderas relaciones del poder económico con la postración de la mayoría de
los ciudadanos, que, según estadísticas internacionales, al finalizar el
gobierno Duque, fuimos clasificados como una de las sociedades más desiguales
del mundo, con una pobreza y miseria tal, superada solo por dos o tres países
en el globo. Su ambición ha llegado a puntos que harían sonrojar a ricos de
otros países. Agravado, en la mayoría de los grandes capitales, por su vinculación
directa o indirecta al accionar del gobierno de Álvaro Uribe Vélez y sus
sucesores.
Empezamos a saber del por qué les arrebataron los derechos a
los colombianos, como la salud, el trabajo decente, las pensiones, la
participación decisoria y tantos otros de los que gozan ciudadanos de otros
países, inclusive cercanos al nuestro. Empezamos a entender que es
“democracia”, aunque falta muchísimo para ser realmente conscientes de ese
concepto, esa forma de vida y aplicarlo en Colombia; esa es una tarea ardua y
dispendiosa que durará varias generaciones. Limpiar la mente de muchos
compatriotas de ese gen feudal que se ha apoderado de su ser agravado por la
tendencia a permitir y hasta a participar en cosas non santas, es algo que nos
llevará mucho tiempo e inversión de recursos de todo tipo.
También vimos muchos líderes, periodistas y miembros del
poder legislativo, que aprovechando el “boom” del estallido social,
se camuflaron en la esquina progresista, pero no fue, sino que les dieran la
oportunidad y pelaron el cobre poniéndose del lado al que verdaderamente
pertenecen: la extrema derecha.
Conocimos todo tipo de “profetas del apocalipsis” que
predijeron que con Petro el país sería como Venezuela, que muchos se irían del
país, que los empresarios sacarían sus capitales para trasladar sus negocios a
otras naciones, que, en síntesis, el país se derrumbaría, como si con los
gobiernos uribistas estuviéramos igual a los países nórdicos o Suiza. Más que
una profecía era un deseo personal; que Petro no hiciera las cosas bien para
concluir que el progresismo no sabe gobernar y que solo ellos lo hacen, porque
tienen el designio de dios para ello.
Empresarios que les mienten descaradamente a los
colombianos, como los de las gaseosas, que a sabiendas de los pésimos efectos
para la salud de esos productos, usan periodistas y sus medios, contratan “expertos”
para que nos digan que esos efectos son mínimos, ignorando los estudios
científicos mundiales que existen al respecto, solo para nombrar un ejemplo.
Ante las reformas supimos que la extrema derecha y los
empresarios no tienen argumentos para mantener las cosas tal y como están; las
EPS no son eficientes, están quebradas y han desangrado al país por mucho tiempo, que los fondos de pensiones
usan el dinero para enriquecer a sus dueños y cantidad de negocios privados que
los ricos hacen con dinero público y por eso usan todos los medios posibles,
legales o ilegales para mantener las cosas como están, a costa de la salud y la
calidad de vida de los colombianos. Los argumentos se convirtieron en ataques
personales a los funcionarios que las adelantan, tratando de deslegitimar su
idoneidad y experiencia, hasta en su vida privada se han metido para desviar la
atención de lo beneficiosas que son para los colombianos.
En todo esto, los grandes medios de comunicación de
propiedad de grandes “cacaos” han jugado un papel muy importante,
impulsados por la maledicencia de sus periodistas, que en esto son unos
expertos, los “malos hígados” de todos ellos, muchos y muchas
vinculados(as) a negocios non santos o a empresarios que los hacen, han
demostrado una capacidad enorme de mentir, calumniar, inventar, entrampar para
favorecer a sus patrones y a ellos en particular.
Este ha sido un año muy especial en el que hemos visto cosas
que no se habían vivido en nuestro país. Nació algo muy raro llamado la “oposición
inteligente”, pero que, de eso nada, no piensan, no raciocinan, no
investigan, no razonan, no leen, no argumentan, solo salen en esos medios o en
las tribunas o pasillos del Congreso a vociferar y gritar, como si con ofensas
y alaridos pueden demostrar que tienen la razón. A senadores y representantes
les han demostrado que no leen las reformas que no saben de qué se trata, en
últimas que sus intereses son otros muy diferentes a garantizar una calidad de
vida a los colombianos. Pero ni se sonrojan, pareciera que no “caen en cuenta”
de que la embarraron, que hicieron el oso. ¿O será que esa inteligencia que
pregonan no es tal, sino que el cerebro no les da para más? ¿Será qué solo los
mueve las ansias de poder y de riqueza? O, en últimas, no les importa quedar
mal porque saben que no pasará nada.
El cuadro se completa con una gran cantidad de colombianos
estúpidos que son capaces de vender hasta a la propia madre con tal de mantener
a Uribe y la extrema derecha en el poder. He visto estudios que tratan de
explicar el cómo, un pobre que no tiene nada prefiere defender, a quien lo ha
dejado en esa miseria; en vez de unirse a sus pares y luchar por una vida
mejor. Pero el caso colombiano es de antología, vendedores ambulantes,
campesinos miserables, gente que no tiene ni para comer dos veces al día,
engrosando las filas de defensores y "apoyadores" de la extrema
derecha, porque no es solo la clase media, que por aspirar a ser de “la alta”,
está en la tónica de defender al opresor; son personas de una condición muy
humilde quienes son los que más los defienden. Por eso traigo a colación esta
frase: El enemigo del pobre es otro pobre que se cree rico. Además, atacan sin
piedad a quienes, si piensan, dan argumentos y defienden la posibilidad de un
mejor país. No se cansan de demostrar su ignorancia y estupidez.
¿Cómo se le puede llamar a esa actitud tan irracional? ¿Cómo
se les puede hacer caer en cuenta de la realidad? Trabajo difícil para
sociólogos, antropólogos y científicos de las ciencias sociales. La realidad es
que son ellos los culpables de lo que ha sucedido con los gobiernos de los
últimos 30 años, del estado en que Petro recibió al país y de la feroz
oposición que le hacen.
NOTA ACLARATORIA: La RAE define la estupidez de la
siguiente forma (1), tomado textualmente:
De estúpido y -ez.
f. Torpeza notable en comprender las cosas.
f. Dicho o hecho propio de un estúpido.
Sin.: idiotez, tontería, imbecilidad, bobería, sandez,
memez, necedad, simpleza, tontada, cojudez.
Ant.: inteligencia, agudeza, perspicacia, sagacidad.
*Texto originalmente publicado en SoNoticias – Periodismo verídico para proporcionar elementos para la creación de conceptos propios (wordpress.com)
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