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Por: Germán Navas Talero y Pablo Ceballos Navas
Editor: Francisco Cristancho R.
La derecha local busca recuperar el control burocrático perdido, intentando desestabilizar al gobierno de izquierda, sin considerar la opinión pública y subestimando al presidente Petro. Los demócratas globales respaldan sus acciones rápidas y decisivas, y también nosotros lo hacemos.
Migrar de un mal país a uno peor no es medrar sino agravar.
En Estados Unidos comenzó con todo el segundo mandato de Donald Trump –hombre violento e impulsivo contra quien reposa una condena penal y a quien le persigue una estela de vergüenzas– y no aparenta tener rival u oposición, bien en lo político; en lo judicial o en lo internacional. La premisa, aunque confusa en principio, es sencilla en cuanto se atan los cabos: hay que quitar, deshacer, desdecir, desterrar, desechar, minar, secar, expulsar, menguar en privilegios y derechos tantos y a tantos hasta que todos lleguemos a un único acuerdo: que el consenso por la humanidad es inviable y que le corresponde a los mega-ricos administrarlo todo confiando en que se apiaden de nuestra existencia.
Vivimos un tiempo escabroso, cruel, intensa e infinitamente doloroso, pero no es inédito ni está llamado a prevalecer siempre que respondamos a tiempo. Es el fascismo, el mismo que la humanidad supo encarar, a un gran precio, pero con convicción y arrojo, y que detuvo y contuvo hasta hace pocos años. La guerra contra el neofascismo, el totalitarismo y la oligarquía del siglo XXI no exige de una confrontación armada, y puede librarse incluso en tiempos de aparente paz: el antídoto está en la formación e incidencia política, en la organización civil y en la expresión que advierte de los peligros del retorno y convoca a la unión de la ciudadanía demócrata alrededor de otra alternativa para su gobierno.
Existe una característica prevalente entre los autoritarios de turno: la amargura. Es este sentimiento el que impide a Trump reunirse con algunos políticos, incluso de su partido, y el que lo induce a confrontaciones reiteradas con la prensa a la que no resiste ni considera necesaria. Solo un amargado puede solazarse al privar a alguien de algo que necesita para vivir y aún más cuando lo hace con el único propósito de desquitarse. ¿De quién o de qué se está desquitando Trump? Porque no somos únicamente los latinos quienes estamos en su mira, en ella estamos todos menos él y su séquito de mega-ricos ex-partidarios de los demócratas, quienes entregan su dinero sin reservas por el temor de que se haga un espacio en la mirilla y estos terminen integrados al horizonte malévolo de un hombre insaciable de miseria.
Muere de ganas Trump con la idea de desechar a los consumidores de fentanilo y otros estupefacientes que se multiplican sin control en las ciudades de Estados Unidos, con tal mala fortuna que la mayoría de estos son ciudadanos nacidos en el país y criados por familias estadounidenses. Aunque ya esté cerca de convencer a sus seguidores de lo conveniente que sería deshacerse de estos ‘malos elementos’ y expulsarlos a cualquier país de su elección en condición de apátridas, lo cierto es que por lo pronto Trump tendrá que vivir con la frustración de que aún no controla lo suficiente como para privar de nacionalidad a sus connacionales.
Adenda: de plácemes estamos con la decisión del presidente Petro, en aparente consenso con los gobiernos de México y Honduras, de rehusarse a que un país extranjero diera tratamiento de delincuentes a sus ciudadanos repatriados. La derecha local, enceguecida por el hambre de la burocracia que no han podido gozar durante los últimos dos años, cree que con esto asestarán el golpe final al gobierno de izquierda, desatendiendo el sentido de una buena parte de la opinión pública y menospreciando, como acostumbran, a un político sagaz y obstinado que no cederá salvo que le prueben razonadamente que se equivoca. Por lo pronto, los demócratas del mundo aplauden el coraje, la prontitud y la precisión en las acciones del presidente Petro, y a ellos nos unimos.
Hasta la próxima.
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Esta nota fue publicada originalmente en SoNoticias y es compartida con la comunidad de La Conversa de Fin de Semana, gracias a la generosidad del periodista Hernán Riaño.
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