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LA VITRINA DE LA CONVERSA
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martes, septiembre 28, 2021
domingo, septiembre 26, 2021
sábado, agosto 28, 2021
jueves, diciembre 22, 2016
2016 Año Bisiesto
Por: Omar
Orlando Tovar Troches – ottroz69@gmail.com-
Creían las
personas mayores, aferrándose a ese determinismo trágico impuesto por la
invasión europea a lo que hoy se conoce como América (latina), que los años
bisiestos guardan en sus entrañas, malos presagios y peores acontecimientos.
Parece ser que
los desbarajustes en eso de contar nuestros días terrestres y mortales y que
fueron observados por un monje con el nombre del dios de la borrachera
(Dionisio, que no Juan Carlos Vélez, el del C.D.), dejaron en nuestro inocente
colectivo la desazón por los años bisiestos, a los que les adjudicamos extraordinarios
augurios, mucho más acá en el País del Sagrado Corazón en el que, siguiendo con
lo de la beodez, la mayoría de nuestros males ocurre por excesos en la
celebración, la improvisación o porque corre por nuestras venas un desbarajuste
más grave que ni Dionisio el pequeño ha
podido enmendar.
Luego de más
de doscientos años de vida republicana violenta, la nación colombiana está
cerca de dar los primeros pasos en un nuevo intento de reconciliación, a pesar
del terror que produce lo novedoso en una sociedad liderada por hombres y
mujeres aferrados a un atavismo conservador que causa desconcierto, reproche e
hilaridad en el exterior, en donde no se entiende por qué la gente en Colombia
votó en contra de su anhelada paz y matan o dejan morir a sus niños y niñas.
Pasamos de las
justas épicas de nuestros jóvenes deportistas, a lo cantinflesco de la
cotidianidad de nuestra dirigencia política. De manera increíblemente reiterativa, la sociedad
colombiana viaja de un extremo al otro del espectro de la sensibilidad, eso lo
saben las élites de nuestro querido País del sagrado corazón, por eso lo fomentan, lo amplifican y lo usan para que
a pesar de todo lo que pase, no pase nada.
Uno
que otro asalariado de las noticias, en su afán de entregar la materia prima de
esa carroñera industria del sensacionalismo, del espectáculo, del morbo por la
violencia o amarillismo que llaman algunos, nos sorprendieron durante este año,
luchando desesperadamente por ser los
primeros en el sitio de los siniestros aéreos, en cubrir las muertes de los
niños de la Guajira, el abuso diario de mujeres y niños, en conseguir los
videos de vigilancia de los ya múltiples linchamientos de atracadores de casas,
bolsos y celulares de alta gama, todo debidamente contrastado con el glamour
del futbol internacional y los programas de “realities” que quedan en medio de
las series televisivas dedicados a nuestra narco-cultura.
Tal
como las pirañas o los tiburones, nos dejamos hipnotizar y entramos sin reacción alguna en el frenesí que
causa la sangre de la primicia, la exclusiva, la chiva. Conocedores de las mil
y una argucias para provocar esa sensiblería que nos define a un buen número de
colombianos y colombianas, los dueños y algunos directores de medios no
escatimaron y, aún hoy, no escatiman artificios para seguir sacándole jugo a la
tragedia. A fe que lo lograron durante este extraño año bisiesto de medallas
olímpicas, de Nobel de Paz, de los
asesinatos de Yulianna, Dora Lilia y cientos y cientos de víctimas del miedo
recurrente que le tenemos al cambio.
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martes, noviembre 22, 2016
EL MAL EJEMPLO
Pedagogos,
sicologos, sociólogos y demás estudiosos de esa cosa, que en este país del
Sagrado Corazón está venida a menos llamada educación, han prescrito que para formar, enseñar o educar; lo más
efectivo es dar buen ejemplo. Tristemente, la dirigencia Colombiana, ha hecho y
hace caso omiso de tan sabia recomendación.
En una
sociedad convulsionada por la contra cultura “traqueta” del todo vale, el atajo,
la mentira, la manipulación y la violencia como formas de imponer ideas,
coaccionar decisiones o adquirir ascenso social o riqueza, es lamentable que
las personas encargadas de dar ejemplo a la comunidad de tolerancia, inclusión,
generosidad, solidaridad, humildad, respeto por la dignidad y la vida, debido a
su condición de haber sido elegidos popularmente unos y unas, ser reconocidos y
reconocidas otros y otras o autoproclamados unos y unas pocas más, se hayan
dedicado a dar mal ejemplo con sus actitudes, posiciones, opiniones, acciones u
omisiones.
Por un lado
quienes se auto designaron como voceros de las personas que votaron NO en el pasado plebiscito del 2 de
Octubre, no han sabido responder con altura, esa tarea que se auto impusieron. A
pesar de haber logrado la renegociación de los fallidos acuerdos de la Habana
entre las F.A.R.C. y el Gobierno Nacional, no han sabido asumir con grandeza su
logro, que no es de ellos aunque se lo abroguen, de mejorar dichos acuerdos,
vía inclusión de sus apuntes, correcciones o adiciones en un mamotreto más
grande que los mencionados acuerdos y ahora dan mal ejemplo con su egoísmo y su
tacañería conceptual y política para con la sociedad colombiana, insisten en su
NO por el NO.
En la otra
orilla, quienes en nombre del Estado Colombiano estaban y están encargados de proteger la dignidad y la vida
de un buen número de ciudadanos, dedicados a promover la reconciliación y la participación ciudadana como formas de
transitar hacia la Paz en Colombia, fallaron terriblemente en su misión. El
pasado fin de semana fuimos testigos de una especie de retorno a las épocas del
terror de los años 50, 80 y 90 del siglo pasado. Los organismos de seguridad
del Estado colombiano dan mal ejemplo con su irresponsabilidad, al no prever lo
que ya se había advertido con las denuncias sobre amenazas a los líderes
sociales, siguen dando mal ejemplo con
su falta de eficacia, no sólo con su deber de proteger la vida de todos los
colombianos y colombianas, sino con la falta de resultados en la búsqueda y
judicialización de los responsables materiales e intelectuales de esta nueva
oleada de terror.
Finalmente,
como colofón de esta mezcla de intolerancia, fanatismo y falta de
responsabilidad social, el tristemente célebre Alcalde de Bogotá, dio el más
grande mal ejemplo institucional y social de intolerancia e irrespeto por los
derechos ciudadanos, al ordenar el desalojo de los colombianos y colombianas
del Campamento de Paz establecidos en la emblemática Plaza de Bolívar de la
Capital colombiana, so pretexto de realizar un festival de música conocido como
Salsa al Parque.
Ahora hasta la
Personera Distrital, encargada de defender los Derechos Humanos en Bogotá, como
poniéndole el moño final al despropósito del Alcalde Mayor, salió dizque a
justificar a Peñalosa, su patanería y falta de respeto por los derechos a
reunirse, a protestar y a la paz de los “campamentarios”, con el prurito inverosímil, según el cual, la
Paz es un derecho como cualquier otro, incluido como no, el de improvisar la
cultura capitalina.
La sociedad
colombiana ha venido demostrando en los últimos días, su descontento hacia
estos nefastos personajes de la vida nacional, tanto los institucionales como
quienes se proclaman de oposición situados a la extrema de la derecha, así lo
constatan las miles de voces que claman por una inmediata implementación de los
acuerdos de Paz con las F.A.R.C., los mensajes de respaldo hacia el proceso por
parte de numerosas congregaciones religiosas y miembros de diferentes gremios
económicos de Colombia. En pocas palabras, los colombianos y colombianas de
bien ya estamos cansados de la intolerancia, el egoísmo, la irresponsabilidad,
la omisión, el irrespeto y la violencia, lo único que queremos es que por una
vez en sus vidas, estos miembros de la mal llamada dirigencia nacional nos den
un buen ejemplo; dejando que cese nuestra muy larga y horrible noche, para que
en los surcos de tanto dolor; el bien germine ya.
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martes, septiembre 13, 2016
LA CORRUPCIÓN NUESTRA DE CADA DIA
LA CORRUPCIÓN NUESTRA DE CADA DÍA.
Al momento de
escribir estas líneas, luego de efectuar mi, ya desacostumbrado, tour por el
parque de las Palomas Caídas del Municipio norte caucano de Santander de
Quilichao, y entre los dimes y diretes concernientes al próximo debate
electoral o plebiscitario respecto al Acuerdo Final para la Terminación del
Conflicto Armado y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, mire con
asombro, ubicadas en el costado sur del parque, unas carpas inflables, las
cuales según fui informado estaban allí con motivo de la visita de funcionarios
venidos desde la capital, para atender a las víctimas del conflicto armado.
Obstaculizando
la movilidad que tan celosamente cuida y promueve la actual Secretaría de Transito
de este municipio, estaban las carpas dummies y las filas de personas que
pretendían ingresar a ellas. Mi primera curiosidad se fue transformando en una
especie de regocijo, puesto que allí, infladitos de azul y con todos los
letreros de la institucionalidad colombiana, se erigían imponentes, estos símbolos
concernientes al proceso de paz, para mandar a callar a cuanto desinformado o
desinformador recalcitrante, pretendiera seguir insistiendo en la mentira según
la cual, el actual proceso de acuerdo entre la guerrilla y el gobierno nacional
no sirve.
Vi las caras
de muchas personas que se acercaban para saber cómo iba su proceso, o si aún se
podía inscribir o qué papel les hacía falta, como en la canción de J. Luis Guerra:
“Eran
las cinco de la mañana /un seminarista, un obrero /con mil papeles de solvencia
/que no les dan para ser sinceros”,
todos y todas juiciosamente esperando y buscando la visa para este otro sueño.
Al
acercarme y mirar con un poco más de detalle, vi caras conocidas desde hace mucho tiempo, algunas de ellas pertenecientes
a personas establecidas económicamente, con pensión una que otra, con vivienda,
una que otra o con trabajo, una que otra,
exigiendo con voz imperativa; la obligación del Estado de resarcir su “extrema
desventura” de no tener más de lo que ya gozan, haciendo fila y buscando visa
para este otro sueño.
Confieso
que la curiosidad, que se volvió regocijo y esperanza, súbitamente se volvió
amargura, rabia e indignación al comprobar, una vez más, hasta dónde ha llegado
la corrupción en Colombia, que ya no es inherente a los funcionarios públicos o
privados, que no es solo atribuible al clientelismo endémico de estas tierras,
esta otra corrupción tiene que ver más con esa herencia de la cultura “traqueta”
del atajo y todo vale, está relacionada con esas consignas mal entendidas y
peor aplicadas de las nuevas religiones del “coaching ”y la auto superación,
las nuevas herramientas del capitalismo extremo, que pregonan la competencia
despiadada y el individualismo extremo en pos del ser proactivo y exitoso que pasa
por encima de los demás, sin remordimiento alguno.
Una
sombra vestida de pesimismo me cubrió, al contemplar la triste escena de
paisanos y paisanas medianamente acomodados, tratando de sacar provecho de las
circunstancias y de las oportunidades, en desmedro de las victimas reales de esta histórica tragedia
nacional que no cuentan con amigotes en la institucionalidad del Estado
Colombiano, que los apunten en las listas de los elegidos para recibir esta otra
visa de la visibilización y la
reivindicación.
Tan
deprimente espectáculo social me recordó, por enésima vez, una verdad de a puño,
dictada por un indio zapoteca que llegó a ser presidente de Méjico: “El respeto al derecho ajeno es la paz” y que la corrupción nuestra de cada
día; es el verdadero mal contra el que tenemos que unirnos y luchar, empezando
por nuestra casa y nuestros corazones..
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