COVID19 Y LA SALUD MENTAL DE QUILICHAO
Por: Omar Orlando Tovar Troches –ottroz69@gmail.com-
Aunque no muy de acuerdo con el empalagoso, pero
conveniente, rebrote de patrioterismo, y
para algunos famosos, propicio, sentimiento de solidaridad comunitaria en torno
al natural miedo que tenemos de contagiarnos del coronavirus covid19, es
necesario emprender algún somero análisis del comportamiento del colombiano
promedio, dentro del cual se incluye el autor de la nota, frente al actual
estado de cosas del confinamiento, primero local y ahora nacional.
Más allá del natural respeto por la opinión
particular que tenga cada uno, frente a la situación de crisis humanitaria que
padece el mundo, es bien necesario hacer una constante revisión de las
actuaciones de la comunidad, pero principalmente, de aquellos y aquellas a
quienes, la voluntad ciudadana encargó en la dirección político-administrativa
del municipio, del departamento y del país.
Frente a lo primero, esto es, el comportamiento
comunitario, lo primero que hay que acotar, es el casi endémico comportamiento
de un mayoritario grupo de personas que, tanto en Santander de Quilichao, como
en el resto de Colombia; han asumido la contra cultura traqueta como su arquetipo
de conducta social. Esta nueva forma de ser de algunos paisanos y paisanas, los
lleva, casi que instintivamente, a transitar, con sus actuaciones, sobre una
muy tenue línea que limita la temeridad con la delincuencia, así lo
evidenciamos con el vandalismo, las asonadas y la desobediencia a la regla
comunitaria, retratada en hechos recientes de la obligatoria cuarentena.
Ante este, se reitera, casi endémico comportamiento
semi-delincuencial de un buen número de personas, tristemente pertenecientes al
sector joven de la población, la reacción, al menos en lo que respecta a Quilichao,
ha sido más bien tibia, en el entendido que, de lo que se trata es de la
salvaguarda de la salud y la vida de TODOS
y TODAS en el territorio.
Para ser justos, también es necesario señalar el
comportamiento de un muy reducido grupo de comerciantes asentados en Quilichao,
que de manera consuetudinaria, han aprovechado desde un desfile de 20 de julio,
pasando por las marchas estudiantiles, gremiales, las mingas hasta el nuevo y obligatorio
toque de queda, para ejercer el acaparamiento de mercancías de primera
necesidad, en sus inmensas bodegas, para luego empezar a especular con los
precios, primero frente a los pequeños comerciantes para desembocar en los
consumidores, con las consecuencias que este delincuencial accionar puede
acarrear en críticos momentos como el presente.
Ahora bien, en defensa de las, ya no tan noveles,
administraciones, como la de Santander de Quilichao, esta maldita herencia
social, es también, el resultado de la
histórica ineficiencia en el manejo de la conflictividad socio-económica que
padece Colombia, pero especialmente el norte del departamento del Cauca, cuya
capital de facto, es Quilichao; por parte de gobiernos locales anteriores, pero
sobre todo, de la muy desganada atención que le han brindado todos los
gobiernos nacionales.
Es obvio entonces, creer que ante una novedosa
situación social, como lo es el confinamiento obligatorio de todo el pueblo
colombiano, la salud mental de la comunidad, sea una gran preocupación, no sólo
de los encargados de la salud, sino de los encargados del orden público en esta
especial etapa de la sociedad actual. Ante, el ampliamente evidenciado, mal
comportamiento de un buen número de residentes en Quilichao, habría que
preguntarse, como ya lo han hecho con anterioridad, algunos opinadores y
opinadoras de gran renombre; en vez de Fiscalía General de la Nación, ¿será que lo que se necesita en Colombia, el
Cauca y Santander de Quilichao es una Psiquiatría general de la Nación?
En todo caso, antes de elucubrar sobre la
conveniencia de alguna repuesta, lo que debería hacer la administración local es,
ejercer autoridad con justicia pero con gran firmeza, ante el más mínimo brote
de indisciplina social. Esto, seguido del acto de asumir erguida postura frente
al gobierno nacional, para obligarlo a brindarle todas las herramientas
institucionales y sobre todo, económicas, para afrontar todas las vicisitudes
de los desposeídos, que son la gran mayoría, a quienes tienen que enfrentar
todas las administraciones como la Quilichagüeña, incluso en desmedro de su
propia salud mental, cuando no, de la peste contagiada por algún irresponsable
alcalde de Popayán.
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