GANAR SI O SI LA PRESIDENCIA DE COLOMBIA EN EL 2022
Por:
Omar Orlando Tovar Troches –ottroz69@gmail.com-
La peor
tragedia política que ha padecido la sociedad colombiana en los últimos años,
es haber permitido que la cultura traqueta, impuesta por los señores y señoras
de la guerra, a través de sus mandaderos en el congreso y presidencia de
Colombia, impusieran, no sólo el modus vivendi del país entero, sino, el qué hacer de la democracia colombiana.
La
influencia de la contra cultura del narcotráfico ha calado tan profundo en el
inconsciente colectivo del colombiano promedio, que hoy es casi imposible
separar la vida normal de la sociedad, de la influencia del negocio de las
sustancias psico activas de comercio ilícito, de hecho, se ha llegado al
extremo de romantizar la vida de los capos asesinos de los carteles de la droga
y la minería ilegal colombiana, a un extremo tal, que incluso, el otrora serio,
canal cultural Discovery Channel, ha dispuesto buena parte de su parrilla, para
reforzar el mito de Robin Hood criollo de Pablo Escobar, y ni hablar de la
narcotización de las políticas públicas de los gobiernos colombianos, plegados
a las directrices de la DEA.
Foto: Imágen del Congreso de Colombia
Entonces, cuando el jefe natural de la derecha colombiana, Alvaro Uribe, publicó en sus redes sociales una advertencia sobre el futro político inmediato de Colombia, esto es, las elecciones de congreso y presidencia del 2022, la sociedad colombiana entró en una especie de estado de alerta comunitario, tratando de entender ese “ojo con el 2022” planteado hábilmente por el líder supremo de la centro derecha y la derecha colombiana. La enigmática anunciación de Uribe Vélez, puso a cavilar, sobre todo, a la clase política, incluidos analistas, encuestadores y periodistas y, cómo no, a la izquierda, que ahora no se llama izquierda si no progresismo o alternatividad.
La
sociedad colombiana, pero sobre todo la dirigencia política, está tan inmersa
en el campo de juego diseñado por la contra cultura traqueta, hábilmente aprovechado
por la centro derecha y la derecha; que una frase, si se quiere desprevenida,
de Uribe, bastó para que todos, absolutamente todos los jugadores políticos,
corrieran presurosos a alistar sus cábalas y sus apuestas, para rediseñar sus
estrategias de mercadeo político, a fin de salirle adelante a la admonición
electoral del uribismo.
En las
toldas de la Colombia Humana, así como en los partidos y movimientos
alternativos o progresistas, que no de izquierda, pronto se empezaron a pedir y
a hacer jugadas tácticas, con el propósito de montar una campaña, que ahora si
o si, asegure los votos suficientes para vencer al monstruo político del
Uribismo. Al parecer el “ojo con el 2022” de Uribe en sus redes sociales, bastó,
no solo para insinuar, sino para ir implementando una especie de relajamiento
de los también férreos preceptos éticos, esgrimidos por estas agrupaciones,
como principios rectores de su quehacer político y administrativo, que los
diferenciaban de la relajada ética y la corruptela de la derecha.
Ganar
si o si la presidencia de Colombia en el 2022, parece ser el mantra asumido
como slogan publicitario por más de un activista y dirigente del progresismo
nacional. Causa, como mínimo curiosidad, observar la manera en que
paulatinamente, las prácticas políticas que causaban repulsa en la gran mayoría
de los militantes y simpatizantes de la otrora izquierda colombiana, poco a
poco, por obra y gracia de la frasecita de Uribe; le vienen dando paso a las
practicas manzanillistas, clientelares y de estratégicas alianzas, con antiguos
enemigos políticos, a quienes solo hasta ayer se les señalaba como co-autores
de la tragedia nacional.
Claro
que en un futuro, ojalá no tan lejano, de reconciliación nacional y de tránsito
hacia la paz, es necesario, eso que llaman ahora como sinergia de todos los
actores sociales y, sobre todo, políticos, para re encaminar el destino de
Colombia, eso, se reitera, no debiera tener objeción alguna. Sin embargo, y dado
el histórico comportamiento de ciertos actores y ciertas actrices de la
política colombiana, muy dados al oportunismo electoral y a la traición, si valdría la pena ir
evaluando, no el curriculum de esos nuevos mamertos, si no el papel que tendrán
en un probable y necesario frente amplio progresista de cara al ejercicio
electoral del 2022.
Resultaría
triste y contra producente para el progresismo, que ocurrieran desaguisados a
la hora de ejercer la administración pública, tales como los acontecidos en tiempos
de Luis Eduardo Garzón en su paso por la Alcaldía de Bogotá, así como en otros
escenarios en los que la vieja izquierda, hoy progresismo, logró hacerse al
poder, en los que, no obstante haber logrado el éxito electoral soportado en
las bases progresistas; a la hora de definir los encargados de co administrar
desde la alternatividad; a los históricos activistas, líderes y trabajadores
del progresismo se les dejó con un palmo de narices; quedaron por fuera de esas
administraciones y no precisamente por falta de perfil.
Un
viraje en el rumbo del modelo político que ha gobernado a Colombia durante toda
su existencia, es necesario, puesto que, la misma historia ha venido
demostrando, no sólo la inequidad y lo inhumano del actual modelo, sino que
últimamente, también está demostrando su ineficiencia, incluso para el mismo
capitalismo. No obstante esta urgente necesidad de cambio político, éste debe
ser hecho con decisión, sin ambages, sin medias tintas y sin grandes
concesiones a ese mismo modelo, de lo contrario, estaremos de frente, en el
2022, a un nuevo episodio de frustración y de desencanto, con el acumulado de
muertes y desolación que tal resultado, necesariamente acarreará.