Yo apoyo el Paro; pero ...
Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-
No obstante, el mayoritario y abrumador respaldo que
han alcanzado las jornadas de protesta, iniciadas el pasado 28 de abril de 2021,
tal y como se puede constatar en los resultados de los sondeos de opinión,
publicados recientemente, incluso por empresas consultoras afines al actual
gobierno nacional de Iván Duque, aún subsiste y empieza a crecer, un sector de
la sociedad colombiana que aún no se convence o ha dejado de creer en la
justeza y necesidad de las protestas. Este sector corresponde al de aquellas
personas, cuya opinión sobre la protesta se resume en la expresión: Yo apoyo el
paro; pero…
Es normal que jornadas de protesta de tan larga
duración, sufran un desgaste, bien sea por el cansancio físico y mental de los
protestantes, por las incomodidades que la alteración de la cotidianidad
(movilidad, orden público, acceso a bienes y servicios, etc.) ocasiona en la
población que no protesta activamente en las calles, por la percepción de impotencia
de protestantes y ciudadanía en general, frente a los abusos y desmanes
ocurridos durante las jornadas o por la desconfianza frente a una
institucionalidad alcahueta con la violencia e ineficiente a la hora de
negociar con quienes están protestando. En todo caso, sea cual sea la causa, la
protesta también desgasta y se desgasta.
Pero, más allá del análisis de las dinámicas propias
de la protesta social y del manejo institucional que se le dé, en estas notas
se pretende hacer un muy somero examen a las motivaciones que tienen sectores
de la sociedad colombiana, frente a unas jornadas de movilización social, que,
si bien es cierto, encuentran justificadas, no terminan por motivarlos a
participar directamente en ellas, e incluso, terminan por satanizar, al no
encontrar en ellas, relación directa con su realidad socio económica, su
ideología o por la incomodidad que les causan.Minga es atacada al sur de Cali - Imagen tomada de perfil Facebook
En primer lugar, habría que señalar que, este sector de
la población que dice apoyar las jornadas de protesta, pero que también las
cuestiona, corresponde, en términos generales, a personas mayores de 35 años,
de los estratos socio económicos 3 en adelante, con escolaridad de nivel tecnológico
y profesional, religiosamente activos, que tienen trabajos mas o menos estables
y se auto definen como emprendedore(a)s, de tendencia política de centro. También
es posible encontrar personas de estratos 1 y 2, mayores de 50 años, con baja
escolaridad, religiosamente activos, de ideología política conservadora. Ambos
grupos, corresponden a personas que viven en cascos urbanos.
Este particular grupo poblacional de la sociedad
colombiana, refleja en mucho, una concepción, más bien conservadora del
relacionamiento entre el Estado colombiano y la llamada sociedad civil, mucho
más afín a la concepción de Estado de Derecho, correspondiente al planteado en
la Constitución Política de Colombia de 1886, que aquella planteada por el
Estado Social de Derecho, establecida en la Constitución de 1991. En términos
muy sucintos, este grupo poblacional cree y siente que gobierno y Estado son la
misma cosa y que ambas son entidades superiores, a las que se les debe respeto
reverencial y que cualquier intento de subversión de su orden, es asimilable a
un pecado capital.
Ante una concepción instaurada en la psique colectiva
de la sociedad colombiana desde hace muchos años, en la que protesta social es
sinónimo a subversión del orden establecido, es fácilmente comprensible que ciertos
grupos poblacionales, como los anteriormente descritos, crean firmemente en las
bondades de un sistema socio político de este tipo (conservador-capitalista) que,
si bien es cierto, posee falencias, estas pueden ser subsanadas a través de las
peticiones, quejas y/o reclamos, debidamente gestionados por el conducto
regular o por el enlace electrónico dispuesto para ello por la
institucionalidad oficial.
Sin embargo, ante la demostrada ineficiencia del
actual gobierno nacional de Iván Duque, el desgaste y falta de salidas del
modelo socio económico que, durante los últimos veinte años, ha exacerbado el
paulatino empobrecimiento de este grupo poblacional específico (capas medias
urbanas y pequeños y medianos propietarios rurales), se presenta una especie de
fractura en ese reverencial respeto a la dupla Gobierno-Estado y se encuentra,
así sea momentáneamente, que las quejas y modos de tramitarlas, que plantean
otros sectores de la sociedad colombiana (campesinos, afros, indios, lgbtiq,
mujeres, animalistas, estudiantes, artistas, profesores, sindicatos, políticos
alternativos, etc.), bien valen la pena ser apoyadas, en tanto no alteren la
falsa sensación de bienestar que el sistema le ha vendido a este sector poblacional,
ni mucho menos, que vaya afectar sus emprendimientos o capacidad de ingreso
constante; que les permita mantener su ritmo y niveles de consumo.Vicepresidenta Ramírez, Álvaro Uribe, Iván Duque-Imagen perfil facebook
Desafortunadamente, esta deformación de la realidad
colombiana, atribuible, en buena parte, al modelo educativo replicado por
siempre por generaciones y generaciones de educadores, también formados en este
mismo modelo, ha producido un grupo de personas que, ante el dilema de apoyar
unas reclamaciones que consideran justas o proteger su aparente normal estilo
de vida de supuesto bienestar económico; terminan por justificar el uso de la
violencia, en contra de aquellos que pelean por eso que este grupo considera
justo y deseable, pero cuya lucha, molesta su cotidianidad y su posibilidad de
continuar yendo al gimnasio, al Éxito o a Mac Donald´s.