LA VITRINA DE LA CONVERSA

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viernes, diciembre 04, 2020

¿Y ACASO… EL DIEGO NO ERA INMORTAL?

 ¿Y ACASO… EL DIEGO NO ERA INMORTAL?

Por: Omar Orlando Tovar Troches -ottroz69@gmail.com-

Al parecer no.


No han bastado las tres o más noches con sus respectivos amaneceres, luego de la noticia de su deceso, para confirmar que la respuesta sigue siendo que no; El Diego no era inmortal. A estas alturas de la nada que dejo la partida de un grande, nosotros sus admiradores, sus seguidores, aún estamos como medio pasmados, suspendidos en el limbo de la interminable sucesión de imágenes de su cortejo y de su siembra al lado de sus viejos.

Con la venia del inmenso  Benedetti, la muerte del Diego nos dejó así, consternados rabiosos. Aunque esta muerte, la del Pelusa, haya sido uno de los absurdos previsibles, después de ese trasegar suyo entre la gloria y el infierno.

Estamos consternados rabiosos, porque sentimos que no nos pidió permiso para abandonarnos, se fue sin decir adiós, sin previo aviso, de repente. Nos sentimos como engañados, como decepcionados, como burlados, porque siempre, pero siempre; creímos que El Diego era inmortal. ¿Cómo se le ocurrió engañarnos de esa forma?

Ahora, tras el show que hicieron de su vida, de su muerte y de su siembra, esos mismos y mismas que posaron circunspectos y hasta apesadumbrados por la desaparición del d10s albiceleste, se aprestan para servir de altavoces de los malquerientes del eterno pibe, para amplificar la envidia, la maledicencia de aquellos que se alinearon junto con los poderosos, para glosar cada día, cada hora, cada segundo, cada respiro, cada parpadear y cada palabra del más grande 10 de al mundo.

Sus amantes seguidores, nosotros los viejos, los eméritos y los más nuevitos, siempre entendimos que él nunca fue perfecto, por eso lo queríamos, porque con cada subida y bajada suya, nos demostraba que era inmenso, por ser la completa perfección de todas las imperfecciones humanas. Nunca lo creímos un santo, porque al igual que nosotros, la verdadera inmensa mayoría, era un simple humano, que también sudaba, le daba halitosis por la mañana, se emborrachaba y la cagaba como nosotros. Por eso lo queríamos y lo queremos, por ser nosotros y ser diferente a la vez.

Y aunque fueron muchos más sus humanos yerros, fueron grandiosas sus ejecutorias como héroe de barrio, no como los de acá, que le vendieron el alma al diablo dinero y al poder, para luego lavar su conciencia juntándose con los poderosos y comprando perdones con casas, regalos y plata para los desposeídos. Su heroísmo consistió en todo lo contrario; en señalar sin vacilación la indecencia de los políticos y de sus amigos, por señalar la inmoralidad de un sistema social y económico que deja por fuera de todo a los más débiles que Él siempre representó, por eso se juntó con los descastados de este sistema económico clasista e inhumano, para incomodar al sistema, poniéndose del lado de los iguales a él en la pobreza, aun siendo un hombre rico.

Murales en la devastada Siria, millones de velas formando el número 10, en argentina y el mundo entero, millones y millones de seres humanos, reproduciendo las fotos de este grande junto a grandes que querían estar con él, atestiguan lo que muchos ya sabíamos desde hace rato, que El Diego no era un ser normal, porque a pesar de ser un futbolista de serie, prefirió defender desde su pedestal de semi-dios, las causas de los sin voz, ni figuración, de aquellos a quienes la detestable mano invisible del mercado dejo sin esperanzas de vivir dignamente, de todos aquellos a quienes como a él, les tocó y les toca aguantarse la rabia al saber que su mamá, como millones de mamás del mundo, aguantaban hambre para darle comida a sus hijos, por culpa de esos y esas a quienes este paladín de la pelota acuso de bandidos, hasta sus últimos días.

El Diego no era inmortal, porque estaba vivo, pero ahora que, sin nuestro permiso, nuevamente hizo lo que le dio la gana, muriéndose de repente, empezó a transitar su vida eterna. No era Perseo, Hércules, Prometeo, ni Superman, simplemente fue un mago con el balón, implacable con la inmoralidad de los poderosos, que siempre nos dio y nos dará la esperanza de otra cosa mejor, no era Dios, era y será El Diego, Maradona, el más grande.

Gracias Diego, por tanta magia futbolera y por señalarnos que si se puede. Gracias totales.