Imágenes tomadas de: Cámara de Comercio de Buga y elnuevosigo.com |
En 50 años; la crisis del agua, el oxígeno, los rayos ultravioleta, la contaminación atmosférica, del mar y los ríos llenos de plástico serán los nuevos escenarios del turismo salvaje y de la semana santa de los católicos.
En los recuerdos de mi infancia y las historias de mis abuelas, la semana santa era realmente santa; bajo el término católico de santidad.
En obediencia y fe ciega, el rebaño de católicas y católicos acudían a darle vida a un ceremonial en el que, desde el tenebroso miércoles de cenizas, se llevaban a cabo una serie de ritos en torno a la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, un hombre que en su época, en la Jerusalén Romana, fue visto como una amenaza para el establecimiento Judío (el sanedrín) y el imperio romano por sus ideas revolucionarias de amor y perdón, lo mismo que por impulsar una noción monoteísta en la que el poder divino reposaba en un solo Dios, personificado en el mismo Jesús; quien debería morir para que se nos perdonaran los pecados.
Paso a paso, durante la conmemoración de la semana santa, se siguen los últimos días de la vida de este hombre sabio hasta su tortuosa muerte, un ejemplo de la injusticia que pueden producir el poder, la codicia, la envidia, la vanidad y la sevicia; propias del homo sapiens. La semana santa de mi infancia fue una semana de dolor y sufrimiento, pues en ese entonces (y aún hoy) repetían las películas de la tortura (física y psicológica y cultural), muerte y resurrección de Jesús, luego denominado como Cristo, en el marco de las liturgias en torno a esa muerte y demás ceremoniosidades como el domingo de ramos, la procesión y el día de la resurrección.
Esta semana santa de mi infancia y la de hoy, es el retrato de esa Colombia católica, fruto del fuerte matrimonio entre el poder político nacional y la iglesia católica, romana, apostólica y mariana, que además fue elevado a la categoría de contrato social por la carta magna de 1886 y que fuera modificado por la Constitución Política de 1991; un nuevo contrato en el que, bajo el contexto de las libertades y los derechos humanos, se prescribe la libertad de fe.
Como resultado de esta transformación jurídica del Estado, tenemos hoy en día, una Colombia pluri religiosa, con libertad de culto, en la que la fe católica ha entrado en crisis y ha sido cuestionada a nivel mundial y local por estar vinculada a numerosos escándalos alrededor de la pedofilia y la corrupción.
La crisis del catolicismo (uno de los credos religiosos con mayor número de practicantes en el mundo) ocurre en el contexto de las transformaciones socioeconómicas y políticas generadas por el gemelismo monocigótico del capitalismo y la globalización, que trajo y llevó a todas partes del mundo la necesidad de vivir nuevas experiencias, ser felices y aprovechar la vida (hedonismo consumista), apartados de una vida religiosa llena de arrepentimientos, pecados, dolor, largas y aburridas horas de la vida en templos en torno a la solemnidad de santificación y alabanzas a un dios materializado en una imagen de yeso o una bella pintura rodeada de miles de velas con peticiones y agradecimientos.
Gracias a estas transformaciones sociales, políticas, culturales y de fe; el turismo tuvo grandes desarrollos y cambios dentro de ese cóctel capitalismo – globalización, dándole paso a una nueva manera de entender la semana santa, en la que el turismo religioso se ha incorporado a las dinámicas de la industria del ocio; una actividad económica que ha traído a los paisajes colombianos miles de turistas de todas partes del mundo, para que disfruten nuestras aguas termales, desiertos, montañas, nevados, ríos, selvas, playas, lugares de interés religioso, antropológico, histórico y cultural durante intensas horas de trabajo por parte de algunas especies animales y seres humanos, a cambio del consumo entorno a la relajación y disfrute; que producen toneladas de plástico y otro tipo de desechos.
La movilidad a nivel mundial en temporada alta del turismo, como la de la semana santa, contamina el medio ambiente, las aguas de los ríos y el mar, así como los bosques y montañas donde se practican deportes y entretenimiento con base en tecnologías motorizadas que producen ruido y CO2. La semana santa de finales del siglo XX y del siglo XXI se ha convertido en una catástrofe ambiental, en la que la fauna y la flora son explotadas de manera agresiva para poder dar una felicidad artificial al homo sapiens confusus, un ser vanidoso y enceguecido por el consumo continuo.
Así las cosas, en 50 años; la crisis del agua, el oxígeno, los rayos ultravioleta, la contaminación atmosférica, del mar y los ríos llenos de plástico serán los nuevos escenarios del turismo salvaje y de la semana santa de los católicos.
Si Dios ha creado este universo y Jesús nos enseña amar, ¿qué es lo que buscas en un templo? Si tu templo es la montaña, el río y el mar ¿porque dejas tus basuras en los templos? El planeta está muriendo, no porque esté enfermo, sino porque el homo sapiens religionis lo está matando.
Te invito a que esta santa semana reflexiones sobre la vida y muerte del planeta tierra.
*Politóloga, Especialista en
administración pública, Especialista en
gestión y desarrollo territorial, Magister en
derechos humanos y cultura de paz, Investigadora y Periodista